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El 2 de abril de 1982, con vistas a desviar la atención de los ciudadanos del terrorismo de Estado y de la difícil situación económica, la tercera junta militar del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-83) emprende la desafortunada guerra de las Malvinas. El acontecimiento histórico y militar viene acompañado de un minucioso manejo de la información nacional a la que se impone la construcción de un discurso triunfalista y alabador. Según cuenta en el prefacio que abre Los pichiciegos, Rodolfo Fogwill decidió escribir una novela sobre dicha guerra en el momento en que se dio cuenta de que su familia había sido contagiada por el “veneno mediático” de la propaganda dictatorial. A la luz de una reflexión sobre memoria (Ricoeur, Sarlo), poder biopolítico (Foucault, Agamben) y esteticismo político (Benjamin), este estudio analiza Los pichiciegos con el fin de indagar la relación fértil que se teje entre testimonio y ficción. El análisis permitirá poner de manifiesto cómo en la novela de Fogwill la reconstrucción ficcional del testimonio y del tiempo presente coincide con una interrogación sobre la construcción discursiva de la Historia.

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¿Querés decir que la memoria depende de los que mandan,

o de lo que te mandan los que mandan?

Rodolfo Fogwill, Los pichiciegos

  • 1 El 16 de marzo de 1982, un grupo de obreros argentinos, recién llegado a las Islas Georgias del Sur (...)
  • 2 El 13 de enero de 1833, una nave de guerra británica, la Clío, expulsó a las autoridades argentinas (...)
  • 3 Lorenz, Federico, Malvinas. Una guerra argentina, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2009, p. 15
  • 4 Ibid., p. 14.
  • 5 Ibid., p. 13. Bajo la presidencia de Videla, la deuda externa argentina se cuadruplicó, llegando a (...)
  • 6 A este propósito cabe subrayar que, en las intenciones del gobierno militar, las Malvinas represent (...)

1El 2 de abril de 1982, tras unos primeros incidentes diplomáticos y un primer desembarco en las Islas Georgias del Sur1, las Fuerzas Armadas argentinas invadieron el archipiélago de las Malvinas con el objetivo de recuperar unos territorios que los Ingleses habían ocupado en el siglo xix2. En las intenciones de la Junta Militar presidida por Leopoldo Galtieri, la operación en las Malvinas sería «sorpresiva, rápida e incruenta»3 y obligaría a Gran Bretaña a negociar la soberanía del archipiélago. En efecto, según las fuentes diplomáticas argentinas, la potencia anglosajona vivía un periodo de decadencia y la eventualidad de una respuesta armada británica podía considerarse remota4. De ahí que para Galtieri y su gabinete la intervención militar en las islas del Atlántico Sur constituyese la oportunidad perfecta para contrarrestar el descrédito creciente y generalizado en el que había caído el gobierno. Frente a «una sociedad replegada sobre sí misma, descreída de las promesas oficiales y […] muy golpeada [] por la política económica del gobierno»5, el llamado Proceso de Reorganización Nacional creía que la recuperación de las Malvinas permitiría actualizar el discurso patriótico y legitimar la política del gobierno de facto. Si el terrorismo de Estado, la represión ilegal y la restricción arbitraria de las libertades fundamentales habían eliminado al enemigo interno (la infiltración marxista), la guerra de las Malvinas permitiría a la Argentina vencer al enemigo externo6.

  • 7 Los titulares del 2 de abril de 1982, día del desembarco en las islas, anunciaban ya la victoria de (...)

2Al organizar el Argentinazo, nombre con el que la propaganda presentaba la operación militar en las islas del Atlántico Sur, el gobierno Galtieri no sólo subestimó las habilidades bélicas y las intenciones geopolíticas de Gran Bretaña sino que desatendió también la elaboración de su propia estrategia militar. Así, en vez de asegurarse aliados y preocuparse por la preparación militar de sus soldados, la Junta militar centró su atención en la construcción de un discurso nacionalista y triunfalista. Al inscribir la guerra de Malvinas en el devenir glorioso de la historia nacional7 y al controlar y manipular todas las informaciones provenientes de las islas durante el conflicto, el discurso patriótico del gobierno Galtieri obtuvo y mantuvo un amplio respaldo popular.

  • 8 A partir de esta información se puede suponer que se tratase del barco Sheffield y que la redacción (...)

3Es en este contexto político y mediático que se inserta la novela Los Pichiciegos de Rodolfo Fogwill, una obra que el excéntrico autor argentino escribió tras asistir a la reacción entusiástica de su madre ante el hundimiento de un barco británico8. Según cuenta en el prólogo a la séptima edición de la obra, el entusiasmo de su familia no era sino la prueba del éxito de la propaganda militar:

Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno mediático inoculado a mi familia. Entonces subí a mi pocilga, escribí la frase “mamá hoy hundió un barco”, […] cargué una nueva hoja en la máquina de escribir y doce horas después empezó a amanecer, y había completado la mitad del relato Los pichiciegos. (Fogwill, 2010: 10)

  • 9 Juan Pablo II intentó promover un acuerdo pacífico entre Gran Bretaña y Argentina para solucionar e (...)

4De acuerdo con las informaciones que proporciona el mismo autor, el resto de la novela fue escrito a medida que la guerra se iba desarrollando y las primeras copias del libro llegaron a las editoriales antes de la llegada del Papa a Argentina, es decir hacia mitad de junio de 19829. Sin embargo, la obra se publicó sólo al año siguiente. Desde este punto de vista, Los pichiciegos ofrece una instantánea de la historia argentina en su devenir al mismo tiempo que contribuye a la temprana elaboración de un discurso de la memoria distinto del relato oficial.

  • 10 «El pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura, una caparazón, (...)
  • 11 La referencia explícita a dos novelas de Fogwill, Música japonesa y Nuestro modo de vida, permite s (...)

5La novela empieza in medias res y cuenta la historia de un grupo de soldados argentinos que, para no morir en el enfrentamiento desigual con las fuerzas armadas inglesas, excavan una guarida subterránea (la pichicera) y esperan a que la guerra se termine. Su único objetivo es sobrevivir al conflicto y durante semanas lo consiguen, pero cuando la guerra llega al final mueren accidentalmente en la pichicera. El único sobreviviente es Quiquito quien cuenta la historia de los pichis10 a un interlocutor desconocido –un escritor11– que graba y transcribe su testimonio.

6En lo que sigue se propone un análisis de Los Pichiciegos con el fin de resaltar la importancia y la significación literaria y social de una obra que lee, cuestiona y nombra la memoria en su devenir. El estudio se articula en torno a tres aspectos fundamentales: la relación que une memoria e historia, el ejercicio biopolítico del poder y la estetización de la política en un contexto dictatorial. La discusión teórica de estas cuestiones y el examen de algunos pasajes de la novela permitirán esclarecer las estrategias discursivas que Fogwill emplea para contar un momento clave de la historia argentina y plantear el problema del papel de la literatura en el proceso de (de)construcción de la memoria colectiva.

El trabajo de la memoria : del testimonio al archivo

  • 12 Ley de Punto Final fue sancionada el 23 de diciembre de 1986 con el objetivo de extinguir cualquier (...)
  • 13 Ley de Obediencia Debida fue promulgada el 4 de junio de 1987 con el fin de absolver a los militare (...)
  • 14 En 1989 y 1990, el Presidente Menem anula la decisión de la Justicia Federal que condenaba a doce a (...)

7En los países del Cono Sur y en la Argentina en particular, el debate sobre la memoria histórica más reciente sigue revistiendo gran importancia. Ello se debe no sólo a la trascendencia de los hechos que marcaron el siglo xx argentino, sino también a las dificultades que supone el trabajo de la memoria en un país que ha conocido una larga suspensión de los derechos humanos y cívicos fundamentales. En efecto, algunas de las medidas que se implementaron en los primeros años de la postdictadura –la Ley de Punto Final12, la Ley de Obediencia Debida13 y el indulto de los responsables de la conducción militar en las Malvinas14– han contribuido a que el cuestionamiento y la interpretación del pasado resultasen más controvertidos de lo que era de esperarse.

8En el caso de la guerra de las Malvinas, la Junta Militar intentó controlar y dirigir el proceso de construcción de la memoria colectiva a lo largo de todas las operaciones bélicas y también después del fin de la guerra con Gran Bretaña. Así, a la censura de los medios de comunicación y a la manipulación de las noticias que llegaban de las islas, en las postrimerías del conflicto se añadió la imposición del silencio a los soldados que volvían del archipiélago. En concreto, el gobierno militar pidió a los supervivientes que no divulgasen su experiencia del conflicto y que, al contrario, alimentasen el discurso patriótico oficial.

9A la vista de estas circunstancias, el alcance de la novela de Fogwill parece todavía más significativo, no sólo porque se publica en 1983 –año de la transición de la dictadura a la democracia– sino también porque es una novela que relata el pasaje del testimonio al archivo, a saber el momento en que la experiencia individual, al devenir colectiva, glosa el discurso político y plantea el problema de la elaboración crítica de la historia oficial. Desde este punto de vista, la novela registra el momento en que el tiempo vivido se transforma en tiempo histórico y capta las dificultades de un tal gesto en la Argentina de principios de los años ochenta. Así se advierte en el pasaje que se propone a continuación:

Las opiniones de los Reyes se dividieron. Las opiniones de los pichis se dividieron igual. Unos pensaban que era verdad y otros que también Viterbo y García se estaban volviendo locos y que todos se iban a volver locos. […]

–¿Y vos, Quiquito, creés que yo creo esto que me contás? –le pregunté.

–Vos anotalo que para eso servís. Anotá, pensá bien, después sacá tus conclusiones –me dijo. Y yo seguí anotando. (Fogwill, 2010: 126)

10Es con este exiguo intercambio de opiniones que, a mitad de la novela, el lector se da cuenta de que el narrador protagonista de la historia está contando las experiencias vividas en las Malvinas a otro personaje que, como Quiquito, se expresa en primera persona. La alternancia entre la primera persona del superviviente y la primera persona del escritor que toma apuntes y graba el discurso del joven soldado es el rasgo formal que permite interpretar la obra como una puesta en escena –o una ficcionalización– del primer momento de la operación historiográfica: el testimonio. En este breve diálogo, lo que resalta es sobre todo la ambigüedad de la respuesta del escritor, una actitud que llama constantemente la atención del joven Quiquito:

–Pero decime: ¿vos crées lo que te cuento o no? –quería saber.

–Yo anoto. Creer o no creer no es lo importante ahora –sugerí.

–Claro –dijo él–, a vos lo único que te calienta es anotar.

–Sí –reconocí–, anotar y saber. (Fogwill, 2010: 149)

11Conforme explica Ricœur en La memoria, la historia, el olvido (2000), el trabajo de memoración consta de dos etapas: una etapa fenomenológica, relacionada con la subjetividad del testigo y la actualización de la identidad personal por medio del relato, y una etapa objetal, durante la cual el modelo epistemológico historiográfico selecciona, ordena y reproduce en términos objetivos la memoria de los protagonistas de la historia, combinándola con otros datos e informaciones. En los pasajes en los que se asiste a la interacción entre Quiquito y el escritor, estas dos etapas se superponen y se enfrentan de manera conflictiva. En efecto, si para el joven superviviente el relato –en tanto acto de memoria– representa un momento de redefinición de la subjetividad, los silencios y la ambigüedad de las respuestas del escritor dificultan el proceso de reapropiación identitaria del protagonista:

–[…] ¡Decime algo!

–¿Qué querés que te diga?

¿Qué pensás? Decí lo que pensás. Me jode que no digas nada, como si yo no entendiera. Vos no entendés, pero te creésque entendés y si no hablás, da bronca. ¿Entendés? –preguntó y después respondió él mismo–: No… ¡No entendés nada! (Fogwill, 2010: 181)

12En este diálogo, como en los intercambios citados más arriba, la neutralidad lacónica y ambivalente del escritor invita a interrogarse sobre la perspectiva crítica que informa su personaje. En particular, parece fundamental interrogarse sobre cuál significación atribuir a la pregunta: «¿Y vos, Quiquito, creés que yo creo esto que me contás?», porque ahí reside una de las claves de lectura de la obra. La temprana fecha de publicación de la novela podría invitar a pensar que la vaguedad de las respuestas del escritor haya sido una manera de evitar la censura y asegurar la aparición tempestiva de la obra. Sin embargo, esta lectura no es del todo satisfactoria, y aunque parece legítimo tener en consideración las circunstancias extratextuales que acompañaron la escritura del texto, resulta más congruente interpretar esta ambigüedad como una estrategia discursiva finalizada a orientar la significación de la novela. En este sentido, el cuestionamiento equívoco del escritor debe interpretarse no tanto como la expresión de una actitud historiográfica, sino más bien como una representación del trabajo de control de la memoria ejercido por el poder dictatorial, como la manifestación de un punto de vista normativo que puede autorizar, negar o instrumentalizar la memoria. A continuación, se reproduce el breve diálogo en el que parece confirmarse esta hipótesis:

–¿Leíste en el diario de hoy la banda de cuatro pibes de la guerra que estaban afanando coches…?

–Sí –mentí, lo había escuchado en el ministerio.

–Cayeron demasiado pronto, ¿no? ¡Ni tiempo habrán tenido de juntarse unos mangos! –lamentaba. (Fogwill, 2010: 230)

13La referencia al ministerio en tanto fuente de información sobre los jóvenes veteranos de la guerra de Malvinas parece corroborar la idea de que la actitud del escritor para con Quiquito reproduce de manera velada y ambivalente la perspectiva normalizadora del gobierno militar. Es en la interacción entre estos dos planes –el del testimonio que restituye la identidad al superviviente y el del poder que anota, cuestiona y vigila– que se hace manifiesta la fragilidad del trabajo de memoración. Al respecto, en el ya mencionado ensayo sobre la memoria, la historia y el olvido, Ricœur afirma que la realización del trabajo de memoración depende de tres condiciones: de la relación con el tiempo, de la confrontación con el otro y de la relación antagónica con la violencia fundadora del Estado. En el testimonio de Quiquito estas tres condiciones aparecen reunidas y es en la tensión que se teje entre ellas que emerge la significación de la novela de Fogwill. Desde este punto de vista, las alusiones dudosas del escritor transforman el proceso de subjetivación del protagonista en una oportunidad de sujeción, de control y manipulación de la memoria y pueden entenderse entonces como un gesto reglamentario que reproduce en el espacio del texto las circunstancias políticas y culturales de la experiencia testimonial en la Argentina de los primeros años ochenta. De ahí que, a pesar de ser ficcional, el testimonio de Quiquito mantiene un valor referencial indudable.

14En la realidad histórica, la imposición oficial del silencio a los supervivientes de las Malvinas –también llamados desaparecidos vivos– fue la manifestación más evidente de las modalidades con las que la dictadura militar continuó a someter los modos y los actos singulares del vivir humano al derecho biopolítico del poder soberano.

El poder biopolítico o la economía de la identidad

15Con el término biopoder se entiende el conjunto de saberes, estrategias y tecnologías con los que el Estado convierte la vida biológica de los ciudadanos en el instrumento privilegiado para alcanzar sus fines. De acuerdo con Foucault, en el momento en que el poder soberano extiende su autoridad al derecho a la vida y al cuerpo de sus ciudadanos, la sociedad se vuelve disciplinaria y normalizadora y las posibilidades de expresión del vivir humano se reducen drásticamente. En el contexto de la dictadura argentina, y en particular durante el Proceso de Reorganización Nacional, estas medidas se aplicaron de manera sistemática y extensiva y la vida biológica de los ciudadanos se transformó en la materia prima y en el fundamento último de un estado de excepción. Según la definición de Giorgio Agamben:

En un estado de excepción que ha pasado a ser normal, la vida es la nuda vida que separa en todos los ámbitos las formas de vida de su cohesión en una forma-de-vida. La escisión marxiana entre el hombre y el ciudadano es, pues, sustituida por la escisión entre la nuda vida, portadora última y opaca de la soberanía, y las múltiples formas de vida abstractamente recodificadas en identidades jurídico-sociales […] que reposan todas sobre aquélla. (Agamben, 2001: 16)

  • 15 Lorenz, Federico, Malvinas. Una guerra argentina, op. cit., p. 8.

16Con la instauración de un Estado burocrático autoritario, en Argentina se estableció un estado de excepción en el que las expresiones del vivir humano estaban sometidas por completo al derecho de vida y muerte del poder soberano. En tales circunstancias, las posibilidades de recodificar la nuda vida (ζωή) en una forma-de-vida (βίος) –es decir en una identidad jurídico-social orientada según la idea de felicidad– dependían total y definitivamente de los objetivos del Estado biopolítico. Es por eso que, al anunciar el desembarco en las islas Malvinas, Galtieri pudo afirmar que la acción militar se llevaría a cabo sin medir costo alguno”15, porque la vida de sus ciudadanos –tanto la política, como la biológica– estaba incondicionalmente expuesta a la voluntad y al poder de facto de la Junta militar.

17En Los Pichiciegos las alusiones al ejercicio biopolítico del poder son abundantes y atañen tanto la conducción militar en las Malvinas como el terrorismo de Estado. A este último aspecto, el autor dedica unas páginas elocuentes y el extracto que se propone a continuación contiene uno de los diálogos más relevantes de la novela:

–Videla dicen que mató a quince mil –dijo uno, el puntano.

–Quince mil… ¡no puede ser!

–¿Cómo, Videla? –preguntó el Turco, dudaba.

–Sí, Videla hizo fusilar a diez mil –dijo otro.

–Salí, ¡estás en pedo vos…! –dijo Pipo.

–¡Qué pedo! ¡Está escrito! –hablaba el puntano–. Yo lo vi escrito en un libro, en la parroquia de San Luis está. ¡Quince mil!

–¡Estás mamado!

–Qué mamado, están los nombres de todos, uno por uno, los que mandó fusilar Videla.

–No pueden haber sido tantos –dijo el Turco.

[…]

–No sé –dudaba Viterbo–, mataron a muchos, ahora que los hayan fusilados… no sé.

[…]

–Yo sentí que los tiraban al río desde aviones.

–Imposible –dijo el Turco sin convicción.

–No lo creo, son bolazos de los diarios –dijo el pibe Dorio, con convicción.

–Yo también había oído decir que los largaban al río desde los aviones, desde doce mil metros, pegás en el agua y te convertís en un juguito espeso que no flota y se va con la corriente del fondo -indicó el Ingeniero. (Fogwill, 2010: 78-79)

18Tras describir un ataque británico y al apostar sobre el número de muertos ocasionados, los pichiciegos entablan esta significativa conversación. A pesar de estar profundamente desilusionados con la guerra, la mayoría de los pichis parece incrédula frente a las cifras que uno de ellos les reporta y el debate sobre la veracidad de las informaciones intercambiadas se extiende a lo largo de unas cuantas páginas. En el contexto de la última dictadura militar, este intercambio demuestra la eficacia de la mediación simbólica ejercida por el poder soberano que no obstante la represión ilegal y masiva de los opositores políticos –reales y potenciales– consigue mantener vivo su discurso legitimador. Otro fragmento que resulta particularmente revelador en términos de representación del poder biopolítico es el siguiente:

Tiempo después, García y el Ingeniero, de vuelta al campamento inglés, dijeron haber hablado con presos que contaban cómo los británicos les pasaban picanas eléctricas portátiles para sacarles datos que ellos ni sabían. Contaron que les habían contado que cuando los presos les hablaban, los tipos no entendían el castellano, pero igual les pasaban las maquinitas eléctricas portátiles.

–En eso, son peores que los argentinos… –dijo uno, y todos estuvieron de acuerdo.

No eran peores, eran iguales, le pareció. (Fogwill, 2010: 112)

19Como se desprende de los ejemplos evocados, la significación de la novela de Fogwill se extiende más allá del episodio bélico contra los británicos e invita a entender el conflicto de 1982 en el marco histórico, social y cultural que excede la guerra. En este sentido, Fogwill supo comprender el carácter emblemático de esta acción militar en la inmediatez de los hechos y la aparente sencillez de su novela esconde, en realidad, una sólida argumentación contra las modalidades del poder. A este propósito, parece interesante evocar las consideraciones con las que Martín Kohan reseña la obra de Fogwill:

En una entrevista hecha a propósito de la reedición de la novela en Interzona, Fogwill asocia su propia visión a la de Von Clausewitz: la guerra como continuación de la política por otros medios. No es la política, sin embargo, lo que prima en la guerra tal como se la cuenta en Los pichiciegos, sino la economía y el instinto comercial (se puede hablar aquí de instinto comercial como se habla de instinto de supervivencia, y nunca será tan pertinente la asociación entre ambas cosas). Habría que decir, en todo caso, que en la novela la guerra es la continuación del comercio por otros medios. La política (la necesidad política de la guerra para la dictadura militar, o la significación política de la derrota para la vuelta a la democracia) no es de hecho un aspecto saliente a lo largo del relato. (Kohan: noviembre de 2006)

  • 16 Kohan, Martín, «A salvo de las Malvinas», en Bazar Americano, noviembre 2006 [En línea], url: http: (...)

20El comentario de Kohan subraya atinadamente la importancia otorgada a la economía y al instinto comercial en la novela y señala como “en el desvanecimiento fantasmal de lo político en la realidad de la economía, puede verse un pronóstico de lo que pasaría en el futuro de los os noventa16. Sin embargo, y sin disminuir la envergadura de esta interpretación, el relieve indiscutible que alcanza la economía en Los pichiciegos es ante todo una expresión del poder biopolítico del gobierno militar. En efecto, en su sentido etimológico, la economía no es sino la administración del «οἶκος», un término que en griego antiguo indica tanto la casa como las propiedades, la estirpe y el lugar natal. En este sentido, «οἰκονομία» significa ante todo orden, institución y disposición y es entonces una palabra que posee una connotación política fundamental. De ahí la trascendencia del “instinto comercial” en la novela de Fogwill: en el momento en que la vida biológica del ciudadano se transforma en propiedad de un Estado que se otorga el derecho de disponer de ella de manera arbitraria, política y economía terminan por coincidir.

21En Los pichiciegos, la convergencia de política y economía se manifiesta en los procesos de desubjetivación emprendidos por los pichis, en particular en la práctica de tirar los soldados menos útiles. Los ejemplos que se ofrecen a continuación ilustran claramente este punto:

El Turco dijo que sobraban pichis. Viterbo cebaba. Él preguntó que qué iban a hacer y Viterbo dijo “nada, sacarlos”.

–Dárselos a los ingleses. A los otros se les dice que los llevaron los ingleses…

–¿A los ingleses? –preguntó él, no por saber, porque ya sabía.

–Sí. Ponele que a los ingleses. (Fogwill, 2010: 96)

22Y más adelante :

Nadie habló de ellos, y cuando volvió el Turco solo con García todos festejaron por las cajas nuevas de pilas que habían traído y por los cigarrillos, que ya sobraban. Como nadie nombró a los pichis que faltaban, el Turco sacó el tema y les dijo que habían quedado con los ingleses, en garantía, y todos creyeron, o quisieron creer o hacer creer que creían. (Fogwill, 2010: 104)

23En estos fragmentos puede notarse como en la pichicera los soldados aplican reglas parecidas a las que regulan el Estado biopolítico. Los pichis más influyentes –los Magos– se arrogan la facultad de disponer de la vida y la muerte de sus compañeros que, por miedo a ser ellos mismos objeto de este poder soberano y normalizador, se someten a todo lo que deciden los Magos:

Como ni el Turco ni los otros Magos los iban a dejar volver para que no contasen donde estaba el lugar de los pichis, si alguien ensuciaba adentro, mientras no hubiera polvo químico lo harían matar y aunque nadie sabía si los Magos eran capaces de matar o no a un pichi, o a uno que había sido pichi, por las dudas no lo iban a probar: obedecían. (Fogwill, 2010: 53-54)

  • 17 «Los personajes no están en condiciones ideológicas ni discursivas para reflexionar. Los pichis car (...)
  • 18 Esto es particularmente evidente en la supresión del nombre propio.

24A su manera, los Magos ejercen un poder de facto sobre sus compañeros, un poder que por fundarse en la vida biológica de los pichis presenta rasgos biopolíticos muy marcados. Desde este punto de vista, las observaciones de Beatriz Sarlo sobre la «miseria simbólica»17 en la que se hallan los jóvenes soldados escondidos en la pichicera no es sino una manifestación del ejercicio biopolítico del poder: despojados de su identidad jurídico-social18, a los pichis no les queda sino defender la ζωή, «la nuda vida», el derecho simple y fundamental a la existencia.

Esteticismo político y parodia del régimen

25En La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), Benjamin explica cómo las innovaciones en los mecanismos de transmisión de las informaciones han modificado las estrategias de ejercicio del poder político. Por medio de las técnicas de reproducción –afirma Benjamin– es posible seleccionar, repetir y multiplicar de manera ilimitada los discursos políticos de los gobernantes que cobran así una dimensión cultual frente a las masas que dirigen:

A la violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de la fabricación de valores cultuales. Todos los esfuerzos por un esteticismo político culminan en un solo punto. Dicho punto es la guerra. (Benjamin, 1989: 56)

  • 19 Benjamin, Walter, Discursos interrumpidos I. Filosofía del arte y de la historia, Buenos Aires: Tau (...)
  • 20 Rozitchner, León, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. El punto ciego de la crítica pol (...)

26De acuerdo con el filósofo alemán, la manipulación y la reproducción selectiva de las informaciones constituyen los fundamentos del esteticismo político y del control de las masas, que se reconocen «en los grandes desfiles festivos, en las asambleas monstruos, en las enormes celebraciones deportivas y en la guerra, fenómenos todos que pasan ante la cámara»19. En este sentido, la reproducción propagandística de estos grandes acontecimientos identitarios y la construcción ad hoc de su significación se transforman en estrategias legitimadoras que permiten al gobierno perpetuar su poder. A la luz de estas consideraciones, se comprenden las razones del aplastante respaldo popular que cosechó la declaración de la guerra en las Malvinas, «una ilusoria transformación antimperialista»20 que, salvo pocas excepciones, aglutinó también el apoyo del pensamiento crítico de izquierda.

27Desde este punto de vista, el interés de la novela de Fogwill reside en la capacidad de traspasar la mediación simbólica construida alrededor del conflicto y de mostrar cómo el gobierno militar y las fuerzas armadas terminaron por ser víctimas de su propio discurso triunfalista. Como se ha evocado en la introducción, Galtieri, Anaya y el puñado de militares que organizaron la invasión de las islas del Atlántico Sur creían que el lanzamiento de una intervención armada produciría un hecho diplomático y que Gran Bretaña optaría por ceder las islas a la Argentina. Sin embargo, en el contexto de la Guerra Fría y en un período de gran aislamiento internacional, la idea de librar una guerra contra la segunda potencia de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), hubiera requerido una mejor evaluación de los riesgos de la guerra así como una preparación militar adecuada. El fragmento que sigue resume exhaustivamente esta idea:

Ni ellos –él y el Turco– ni él –el oficial– tenían la culpa de esa guerra. Que ellos eran patriotas, que debían volver pronto a la Argentina, porque la Argentina necesitaba “prosperar” porque “era un gran país”. “Prosperar” decía el traductor, y “ocuparse de prosperar” era mucho mejor que hacer guerras contra países más fuertes. (Fogwill, 2010: 61-62)

  • 21 Lorenz, Federico, Malvinas. Una guerra argentina, op. cit., p. 55.

28Estas consideraciones pertenecen al jefe de la guarnición inglesa adonde los pichis van a pedir materias primas para sobrevivir en su guarida subterránea. La colaboración y la relación de dependencia que los pichis entretienen con los ingleses ponen el acento sobre el carácter intempestivo y contraproducente de una guerra que para los Argentinos no fue sino «una larga y desgastante espera»21 de la derrota. Cuanto a la representación del desacierto y del empecinamiento de la Junta militar, los pasajes que hacen referencia a las informaciones oficiales transmitidas por radio a los soldados son, sin dudas, los más significativos:

Se hablaba de que venían helicópteros, y los ingleses confirmaban por radio que sí venían […] Mientras tanto, la radio argentina llamaba a pelear: según la radio, ya se había ganado la guerra. Pero: ¿cómo creerle si se veían montones de oficiales vendándose para ubicarse primero que nadie en las colas de las enfermerías? (Fogwill, 2010: 192-193)

29Y algunas páginas después:

Mientras, la radio argentina seguía diciendo que se había ganado la guerra. Y en la británica, entre los chamamés y zambas que pasaban, hacían la lista de entregados, que ya no los contaban por nombres –también en eso se veía acercarse el final– sino por número de regimientos. (Fogwill, 2010: 200)

  • 22 Sklodowska, Elzbieta, La parodia en la nueva novela hispanoamericana (1960-1985), Amsterdam, Philad (...)

30En estos fragmentos, la ficcionalización de la derrota argentina rezuma una fina ironía que en las últimas páginas de la novela bordea la parodia. Es así que Fogwill responde literariamente al esteticismo político de la Junta militar. En tanto estrategia discursiva que se funda en «la imitación ‘con diferencia critica’ de un discurso preexistente»22, la parodia es una modalidad de la escritura literaria a la que se suele recurrir para subvertir el pre-texto al que se refiere y para proponer una lectura alternativa –crítica y transgresiva– de la realidad contingente y de la Historia. En el pasaje que se propone a continuación la relación paródica entre el discurso oficial y la actitud del militar argentino para con sus soldados es flagrante :

Venían los argentinos a entregarse, papelito en mano, mirando el suelo para encontrar algo que darles a los del campo de presos. […] Viene entonces un teniente argentino. Afeitado. Les grita a los rendidos. “Soldados: ¡formar!”. Los rendidos forman. Guardan los papelitos en el bolsillo y el teniente hace como que no se los ve. Les grita órdenes, les pasa unos morteros y les indica posición cuerpo a tierra. Los rendidos obedecen. El teniente argentino da la orden de fuego. Quiere que tiren a la patrulla inglesa. (Fogwill, 2010: 241)

31Los rendidos obedecen pero tiran sin convicción así que el teniente, enfadado, dispara a su vez contra la patrulla británica. Los ingleses oyen el silbido del proyectil y, después de una breve consultación, deciden responder al ataque:

Sale el óbus, o sale el misil en dirección al sitio donde el teniente argentino sigue gritando órdenes con la pistola descargada y con más rabia a los colimbas cansados que tiene ahí que a los propios británicos. Les habla. Dice que con soldados de mierda como ellos nunca se va a poder ganar una guerra y trata de recargar su Browning, pero llega el misil o el óbus, explota, le mata a todos los rendidos, o a la mayoría de ellos, y los ingleses se van sin siquiera contar cuántas bajas hicieron. […] Y el teniente mira el resto de su pelotón recién formado y sacude la cabeza mientras se aleja de los caídos para fumar su Camel, pensativo, sentado sobre una piedra, a la espera de próximos acontecimientos. (Fogwill, 2010: 243)

32En este fragmento que describe los últimos momentos de la guerra y de la novela, Fogwill pone de relieve el empecinamiento del mando argentino frente a una derrota ya consumada. Aferrado al discurso triunfalista oficial, el teniente se revela incapaz de evaluar las circunstancias y su ineptitud provoca la muerte de sus soldados. La distancia que se percibe entre los gloriosos discursos oficiales y la incompetencia del mando argentino produce un contra-canto –una παρῳδία (de παρά: junto a, contra, y ᾠδή: canción)— que pone en tela de juicio la representación oficial de la guerra así como su esmerada construcción simbólica.

Conclusión

33Con Los pichiciegos, la escritura excéntrica de Rodolfo Fogwill alcanza cimas sorprendentes. Escrita en un momento histórico crucial para la Argentina, en la inmediatez de un conflicto que marca el fin de una larga política golpista y autoritaria, la novela plantea el problema del uso de la literatura para interrogar y nombrar el pasado reciente. En lugar de adoptar una estética realista que restituiría los hechos en su autenticidad, el autor utiliza las contingencias históricas para crear un testimonio ficcional que cuestiona y glosa el discurso soberano. En este sentido, los elementos referenciales que aparecen en la novela no son sino el punto de partida para una reflexión profunda y latente sobre la discursividad –literaria, política, mediática e histórica– y sus estructuras de poder. Es a la luz de este objetivo fundamental que se puede apreciar el alcance crítico de los tres aspectos analizados: la figuración del conflicto entre memoria y autoridad, la ficcionalización del poder biopolítico y la parodia del esteticismo político propio de la dictadura militar. Con esta novela Fogwill no pretende proponer una verdad ontológica e histórica alternativa al relato oficial, sino armar una argumentación literaria capaz de criticar y deconstruir el discurso gubernamental. En este sentido, su envergadura es tanto literaria como social: al exceder los límites del texto, el cuestionamiento que vertebra Los pichiciegos contribuye a sentar las bases para la instauración de una política de la memoria libre y dialéctica.

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Bibliografia

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Notas

1 El 16 de marzo de 1982, un grupo de obreros argentinos, recién llegado a las Islas Georgias del Sur para desmontar las instalaciones de un astillero, izó la bandera nacional en el suelo ocupado por los Ingleses y disparó unos tiros al aire. Este acontecimiento, que se recuerda como el incidente de Puerto Leith, activó la alerta británica e indujo el gobierno militar argentino a realizar un primer desembarco en el archipiélago para proteger a los chatarreros argentinos (24 de marzo de 1982).

2 El 13 de enero de 1833, una nave de guerra británica, la Clío, expulsó a las autoridades argentinas de las islas del Atlántico Sur y dio comienzo a un rápido proceso de ocupación del archipiélago. Estos territorios guardaban un significado identitario en el imaginario político y cultural argentino y entre 1833 y 1982 fueron objeto de reclamación constante por parte del gobierno de Buenos Aires. Con la instauración de los gobiernos militares, a partir de los años treinta, la voluntad política de recuperación del archipiélago se hizo más fuerte y en los años setenta se transformó en una verdadera prioridad. El general Anaya había propuesto un plan de desembarco en las islas ya en 1977, bajo la presidencia de facto de Videla.

3 Lorenz, Federico, Malvinas. Una guerra argentina, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2009, p. 15.

4 Ibid., p. 14.

5 Ibid., p. 13. Bajo la presidencia de Videla, la deuda externa argentina se cuadruplicó, llegando a los veinticinco mil millones de dólares. Esto se tradujo en una devaluación progresiva de la moneda nacional, en una inflación creciente y constante y en la normalización de una economía recesiva.

6 A este propósito cabe subrayar que, en las intenciones del gobierno militar, las Malvinas representaban la primera etapa de un proceso de recuperación territorial, a la que seguiría una guerra contra Chile para la recuperación del canal Beagle.

7 Los titulares del 2 de abril de 1982, día del desembarco en las islas, anunciaban ya la victoria de la guerra.

8 A partir de esta información se puede suponer que se tratase del barco Sheffield y que la redacción de la novela empezó entonces alrededor del 10 de mayo de 1982.

9 Juan Pablo II intentó promover un acuerdo pacífico entre Gran Bretaña y Argentina para solucionar el conflicto del Atlántico Sur.

10 «El pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura, una caparazón, y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba», en Fogwill, Rodolfo, Los pichiciegos, Buenos Aires: El Ateneo, 2010, p. 40.

11 La referencia explícita a dos novelas de Fogwill, Música japonesa y Nuestro modo de vida, permite sostener que el interlocutor de Quiquito es, al menos en parte, el resultado de un proceso de ficcionalización del autor.

12 Ley de Punto Final fue sancionada el 23 de diciembre de 1986 con el objetivo de extinguir cualquier acción penal contra toda persona que hubiese cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983.

13 Ley de Obediencia Debida fue promulgada el 4 de junio de 1987 con el fin de absolver a los militares de rango intermedio o menor involucrados en acciones de represión violenta, por haber obrado en virtud de obediencia debida.

14 En 1989 y 1990, el Presidente Menem anula la decisión de la Justicia Federal que condenaba a doce años de prisión a Galtieri, Anaya y Lami Dozo, responsables de la conducción militar en las Malvinas.

15 Lorenz, Federico, Malvinas. Una guerra argentina, op. cit., p. 8.

16 Kohan, Martín, «A salvo de las Malvinas», en Bazar Americano, noviembre 2006 [En línea], url: http://www.bazaramericano.com/resenas.php?cod=286&pdf=si

17 «Los personajes no están en condiciones ideológicas ni discursivas para reflexionar. Los pichis carecen absolutamente de futuro, caminan hacia la muerte y, en consecuencia, sólo pueden razonar en términos de estrategias de supervivencia», en Sarlo, Beatriz, «No olvidar la guerra de Malvinas», en Punto de Vista, Año xvii, nº49, Buenos Aires, agosto de 1994, p.13.

18 Esto es particularmente evidente en la supresión del nombre propio.

19 Benjamin, Walter, Discursos interrumpidos I. Filosofía del arte y de la historia, Buenos Aires: Taurus, 1989, p. 55.

20 Rozitchner, León, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. El punto ciego de la crítica política, Buenos Aires: Ediciones Biblioteca Nacional, 2015, p. 24.

21 Lorenz, Federico, Malvinas. Una guerra argentina, op. cit., p. 55.

22 Sklodowska, Elzbieta, La parodia en la nueva novela hispanoamericana (1960-1985), Amsterdam, Philadelphia: J. Benjamins Pub. Co., 1991, p. 12.

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Para citar este artigo

Referência eletrónica

Roberta Tennenini, «El contradiscurso de la memoria en Los pichiciegos de Rodolfo Fogwill»Amerika [Online], 16 | 2017, posto online no dia 01 julho 2017, consultado o 10 dezembro 2024. URL: http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/7859; DOI: https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/amerika.7859

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Roberta Tennenini

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