1Durante el siglo que transcurrió entre principios del XIX y comienzos del XX la migración internacional cambió los rostros de muchos de los países del norte y sur de América: algo similar a lo que hoy está ocurriendo en algunos de los países europeos, actualmente en su nueva función de receptores. De esta manera, entre 1820 y 1924 Estados Unidos y Canadá habrían recibido a quienes más tarde forjarían parte de sus raíces.
- 1 “Ningún modelo migratorio único podrá dar cuenta de la complejidad de los movimientos migratorios, (...)
2En Sudamérica, Argentina, Brasil y más tarde Uruguay y Chile se comportarían como los principales países receptores de esta oleada europea1 en la que migraron hacia América alrededor de 55 millones de personas Al contrario de lo sucede en la actualidad, esta población migró –en su gran mayoría- en forma definitiva y con toda su familia: no sin antes haber realizado dos o tres viajes de ultramar de parte del responsable de la familia quien se habría contratado para realizar labores estacionarias con el fin de acumular un mínimo capital que le permitiría posteriormente embarcarse, en la tercera clase de un buque transoceánico junto a toda su familia nuclear. Recordemos que una gran mayoría de estas generaciones migrantes nunca pudieron regresar a visitar sus países y familias de origen. El arraigo se acrecentó con estas dificultades económicas que hubieran implicado un viaje de ida y vuelta a Europa, pero creemos que a su vez este hecho se sumaba a otros de los principios que los migrantes inculcaron a sus hijos y nietos y para los que Argentina era y debiera continuar siéndolo el único destino elegido, es decir, “su país”.
- 2 “Entre 1857, momento en que comienzan las estadísticas migratorias argentinas y 1960, momento en qu (...)
3Si bien es cierto que en algunos países europeos el crecimiento económico acompañó también al crecimiento demográfico para las últimas décadas del siglo XIX, ésta no es una condición semejante para todas esas naciones. Menos aún, para muchas de las regiones de ciertos países que crecían de manera desigual y alterna en sus regiones. Este último es el caso de ciertos territorios de España que se convirtieron en zonas expulsoras de mano de obra, la mayoría de ella proveniente de ciertos espacios rurales2.
4En todo caso, a las oscilaciones demográficas que actuaban a nivel centrípeto en España o en Italia habría que agregar también las posibilidades que ofrecían territorios que anhelaban mano de obra para poner en marcha espacios rurales agropecuarios en los cuales se desarrollarían importantes innovaciones tecnológicas que hicieron posible un rápido crecimiento. Recordemos también que existió una etapa previa de adaptación para la calificación de la mano de obra migrante que provenía, en una parte importante, especialmente la que llegó a las pampas húmeda y seca, de haber sido cultivadores en espacios pequeños y no de una agricultura intensiva y extensiva como la que se desarrollaría en esos territorios.
5Las oleadas migratorias de fines del siglo XIX que llegaron al sudoeste pampeano (sur de las provincias de La Pampa y de la de Buenos Aires), se conformaron gradualmente y en función de las redes de origen de los espacios expulsores. Actualmente, los estudios sobre algunos territorios rurales específicos así lo avalan: el pueblo de Macachín fundado por vascos navarros, o el de Tandil (Muscio, 1994) en la pampa húmeda quien debe su origen a los llamados vascos lecheros o tamberos, y otros tantos ejemplos en el litoral santafesino que identifican a diferentes regiones de Italia. Las dos primeras oleadas migratorias se caracterizaron por una constante movilidad en busca de una tierra donde definitivamente asentarse: el migrante y su familia se encontraron a merced del hallazgo de terrenos para arrendar dentro de los que llamaremos ‘territorios amigables’ que albergaban a otros migrantes de la misma red de las tierras de origen de las que provenían. Para muchos de estos nuevos trabajadores y algunos futuros pequeños propietarios rurales las posibilidades de poder llegar a buen término en el desarrollo socioeconómico para instalarse en el territorio elegido estuvieron en gran medida determinadas por la buena conexión establecida de antemano e in situ con sus redes de origen y la ampliación de estas mismas en el lugar de residencia para crear y apoyarse en labores semejantes y/o complementarias. Quienes no se insertaron en la conexión y coyunturas precisas difícilmente sobrevivieron en estas primeras oleadas migratorias.
6Si a todo ello le sumamos la composición sui generis de cada familia nuclear migrante, en cuanto al número de hijos varones- en cada una de ellas- se reduce, en buena medida, el número de agricultores que podían emprender determinados retos contando con la fuerza de trabajo familiar y la del apoyo de sus ‘paisanos’ compatriotas.
7La llamada tercera oleada migratoria, que de hecho dura apenas una década (1880-1890), corresponde a la aplicación de diferentes tipos de creaciones tecnológicas tales como el tendido de las vías férreas –que conforman una muy singular telaraña en los territorios pampeanos- y también a los de la aplicación de otros recursos para la agricultura: es la época en la que las innovaciones tecnológicas penetran de lleno en el espacio rural pampeano. Por otra parte, no hay que olvidar que las exigencias para el manejo de una maquinaria agrícola eran muy complicadas aquí y acullá, ya que al decir de Kautsky: “reclamaban para ser utilizadas tener una considerable inteligencia allí, en el medio rural en donde la educación y el desarrollo intelectual han sido siempre desfavorables…” (Kautsky, 1970: 57). Sin embargo, la rapidez con la que se moviliza la mecanización en la agricultura favorece los costos finales (trilladoras, segadoras, el uso de algunas sembradoras, tipos de arados, cosechadoras y otras). La llanura pampeana no ofrecía dificultades de terreno para el uso de las diferentes maquinarias, pero se necesitaba una mano de obra que no encareciera el producto y para ello se contaba con los varones de la familia: las mujeres desarrollaban trabajos en la huerta, en la cocina y en la casa, y en la educación de los niños.
8Mientras tanto, Argentina se preparaba para la llegada de una cuarta oleada migratoria. Sin duda, representó ésta la mayor cantidad de migrantes que haya recibido el país. Corresponde a una época de crecimiento importante en los espacios rurales que los nuevos recién llegados tendrían que disputar con la antigua población migrante ya instalada. Este momento representa por ello cierta ampliación de las fronteras rurales, sobre todo en la pampa seca, en las que se instalan arrendatarios, medieros y peones, que en su mayoría no estuvieron preparados para poder hacer frente a las graves crisis agrícolas de los años treinta que afectarían las llanuras de las pampas seca y húmeda en un futuro próximo.
9Después de la llamada ‘Conquista del desierto’ (década del setenta del siglo XIX) la pampa seca conservó por mucho más tiempo que la húmeda la cría del ganado ovino. Era necesario desbrozar para poder roturar los suelos erosionados que con los vientos del sur se perdían día a día: la solución para los propietarios ausentes fue arrendar de manera transitoria –a una mano de obra migrante y que abundaba en la región- para cultivar cereales como paso previo a la futura entrada del ganado bovino. Hacia finales de la segunda década del siglo XX tiene lugar un proceso de desarrollo agrícola que florece con mayor amplitud después de la crisis bovina de 1921-1922. El trigo se instala como el primer cereal en este nuevo espacio pampeano. Quien lo explota es un campesino nómada que por dos o tres años consigue un contrato para arrendar esa tierra. Lamentablemente una gran mayoría de estos migrantes nómadas, en busca de una tierra para cultivar, no sobrevivieron las crisis agrarias de los años treinta (Iglesias, 1972). La población rural disminuye: el censo del territorio de La Pampa de 1935 consigna para el sureste de este espacio alrededor de un 40% de población rural que es sobrepasado por el de la misma población del sur bonaerense en el censo de 1937. No obstante, este año censal –que actúa como bisagra- parece haber incluido a la población que a finales de ese año comienza a migrar después de una larga crisis económica.
- 3 Una representación de estos ‘ranchos’ de adobe o mortero de tierra recubierta de paja y con suelo a (...)
10El campesino arrendatario y el mediero fueron los hombres que desarrollaron un monocultivo extensivo para acumular más rápidamente capital. Aquellos que salieron airosos de esta aventura en la región se convirtieron en los futuros propietarios ‘chacareros’. A este ‘campesino golondrina’ que necesitaba construir desde cero un abrigo para su familia3, en muchos casos le esperaba migrar hacia los centros urbanos: los medieros representan en este territorio un 23% y los arrendatarios un 46%, mientras que un 27% son propietarios en 1937. En la década siguiente siguió disminuyendo el número de medieros.
11La dimensión de familia nuclear de estos arrendatarios y algunos futuros chacareros se componía generalmente de cuatro a seis hijos. Los contrastes de la familia tipo se corresponden con los diferentes países de origen de las colonias extranjeras. En los suelos más rentables la mano de obra no es tan necesaria y, por lo tanto, los niños no necesitan ayudar constantemente en las labores rurales. No obstante, la mano de obra familiar en 1937 alcanza el 61% de las explotaciones agropecuarias. “Los campos estaban despoblados no había un solo galpón ni tinglado en donde refugiarse, salvo la paja brava o cortadera que se acumulaba en los suelos y que los grandes vientos que los erosionaban los acarreaban […] Yo he transportado conmigo algunos galpones y tinglados de uno a otro campo arrendado ya que los contratos no duraban más de un año.” (Entrevista a V.A. de E.I., 1966).
- 4 Para esa época las grandes estancias eran La Josefina, La Concepción o Las Oscuras, en su mayoría p (...)
12El arrendador ocupaba una mínima fuerza de trabajo asalariado eventual: sus hijos varones representaban el principal apoyo para la necesaria y rápida acumulación de capital como posibilidad de instalarse de manera definitiva en el espacio rural. “Nosotros no necesitábamos peones porque trabajábamos la tierra en familia como muchos de los arrendatarios. Incluso mis hijos a veces trabajaban también como peones en las grandes estancias4 […] Muchos colonos como yo no mandábamos a nuestros hijos a estudiar en los colegios públicos (había que hacer tres leguas para la escuela más cercana) y nos arreglábamos entre varios para mandar a algunos en edad escolar con una maestra particular en un lugar más cercano…” (Entrevista a V.A. de E.I., 1966).
13La venta de cereales por parte de los agricultores chacareros a los llamados ‘acopiadores’ que comercializaban las cosechas dentro del sistema de precios a fijar sumada a la coyuntura de las enormes fluctuaciones en los precios mundiales del trigo producen durante los años treinta consecuencias nefastas para los agricultores. No tenían depósitos ni hangares que les permitieran almacenar sus cosechas para venderlas en los próximos trimestres en los que seguramente los precios subirían. Los fletes hasta llegar al puerto de embarque (puerto de Ing. White, Bahía Blanca) eran cada vez más costosos y difíciles de afrontar, en momentos donde las coyunturas fueron adversas para compensar meramente los costos de producción (Iglesias, 1972: 206-229). No olvidemos que el gran comerciante y/o acopiador es la pieza clave del engranaje del crecimiento rural. Este gran mayorista intermediario sobrevive gracias a los importantes endeudamientos que contraen con su empresa estos chacareros y a la capacidad operacional para jugar con el precio de la cosecha a futuro. Recordemos que, en esa época no existía la posibilidad de cotizar en bolsa, como en la actualidad, los ‘bonos de futuros’ y sólo se podía jugar a los precios de algunos cereales para la cosecha siguiente en función de ciertos datos –la mayor parte de ellos erráticos- que de manera fortuita se movían entre importadores y exportadores, en función de las posibles cosechas en algunos espacios del norte y del sur de América.
14Los propietarios absentistas representan el común denominador en estas llanuras pampeanas. Entre ellos, latifundistas y grandes propietarios (estancieros), son su gran mayoría. No obstante, después de la década del treinta nace un nuevo tipo de propietario: el pequeño y mediano chacarero que exitosamente sobrevivió a la crisis. El chacarero que en principio fue un arrendatario de los grandes estancieros o de los grandes comerciantes locales poco a poco se fue convirtiendo en un pequeño empresario rural cuyas parcelas oscilaron entre 200 a 400 ha. Convive en la región con otros nuevos propietarios originarios en su mayoría de los pueblos cercanos de donde migró en Europa. No está solo en su empresa: su antiguo arrendador estanciero y/o comerciante es también quien le proporciona crédito para comprar insumos desde la semilla hasta la maquinaria y a quien muchas veces le vende su producto final.
- 5 “Yo vengo de comprar un campito de una media legua cuadrada en plena pampa […] Está arrendado y una (...)
15A los nuevos y medianos propietarios chacareros se les suman también algunos propietarios absentistas, casi todos ellos profesionales pertenecientes a las clases medias urbanas que consiguieron comprar su parcela en el espacio rural5. El paso de arrendatario a propietario no era fácil y tenía caminos laberínticos. El banco comercial actuaba como afianzador de los propietarios que en esa zona, en su mayoría, se concentraban entre los miembros de la familia Alzaga. Para adquirir la tierra este arrendatario pagó un sobreprecio del valor con que la sacaron a remate y consiguió comprarla debido a la poca oferta de compradores para un terreno que ya estaba ocupado. Eso ocurrió en 1946 fecha que V.A. recuerda con mucha alegría.
16Efectivamente fue un número muy reducido los arrendatarios que lograron sobrevivir a las crisis agrarias de los años treinta y muchos menos aún quienes alcanzaron a adquirir la propiedad de la tierra (para 1937 en el Partido de Adolfo Alsina –donde nuestro informante arrendaba la tierra- el 52.63% de las explotaciones lo componían las llamadas chacras y éstas en un 65% se explotaban por medio de los arrendatarios y medieros. Únicamente alrededor de un 7% de los mismos tenían derecho a poseer un determinado número de ganado [Iglesias, 1972b: 22]).
Los contratos que teníamos con los propietarios del campo no los registrábamos con el escribano público de la FAA [Federación Agraria Argentina]. No podíamos ser federados porque nos quitaban la tierra los propietarios […] Todos podían tener campo menos los que lo trabajaban. Los que compraban un campo eran doctores, farmacéuticos u otros profesionales. Esto ocurrió hasta 1945. (Entrevista a V.A. de E.I., 1966).
- 6 Se refiere a los miembros de la Federación Agraria Argentina (FAA), liderada por Esteban Piacenza y (...)
17Frente a la inferioridad para acceder económicamente a los recursos e innovaciones técnicas con los que desde tiempo atrás contaban las grandes estancias en las pampas argentinas, en el sudoeste pampeano territorio en donde la agricultura y la ganadería bovina se desarrollaron posteriormente al de la pampa húmeda, el arrendatario de los años treinta apenas contaba con una mínima ayuda por parte del Estado nacional para combatir algunas plagas como las del ‘pulgón verde’ o la ‘tucura’ que atacaban los cultivos. No contaba con recursos para hacer frente a otras plagas como la ‘isoca’, ‘torito’ o ‘bicho cascarudo’ que devastaron sus cosechas. Tampoco les interesaba demasiado a muchos de ellos pagar altas cuotas como socios de la FAA que les beneficiaba con un descuento entre el 5 y el 15% para la compra de mercancía, semillas y otros insumos para la tierra: “No fuimos federados6 porque nos quitaban el campo. Los propietarios del campo eran los Alzaga.” (Entrevista a V.A. de E.I., 1966).
Era la época en que las cosechas no eran tan abundantes como las de ahora. No sé si era por la semilla o porqué otra razón. Antes cosechaba 15 o 20 bolsas por hectárea. A finales de la década de los cuarenta ya cosechaba 46 o 50 bolsas por hectárea. (Entrevista a V.A. de E.I., 1966).
18El arrendatario que lograba comprar su tractor, cosechadora y algunos otros instrumentos de trabajo también vendía su fuerza de trabajo a los grandes propietarios de las estancias cercanas en la época de la cosecha. Las desventajas del arrendatario no sólo pasaban por el hecho de no poder asociarse con otros de su mismo grupo para apoyarse en descuentos para comprar las semillas, sino también en hacer frente a los grandes monopolios como Dreyfus o Bunge&Born que tenían sus representantes (hoy franquiciatarios) en cada pueblo importante de la región: el ejemplo más cercano de nuestro entrevistado es el caso del almacén de ramos generales, llamado Torroba, de Carhué. Estos grandes almacenes de ramos generales detentaban como en el caso de Martín Narváez o Verbitsky la fijación de precios del cereal: el agricultor en su mayoría arrendador, debía presentarse para reservar sus derechos de que le fijaran el precio del cereal que iba a cosechar próximamente en diferentes períodos previos a la recolección. Frente a estas exigencias de tipo oligopólicas muchos agricultores comenzaron a asociarse en una cooperativa que comercializaba los diferentes tipos de granos (trigo, maíz, cebada, centeno y otros), sin que tuviera que fijar precio y fecha.
19A finales de los sesentas ya se habían construido unas pocas cintas asfálticas en aquellos caminos del sudoeste pampeano que desde Carhué llegaban a los poblados más cercanos en donde estaban ciertas chacras. No obstante, los fangosos y lodosos senderos en los que recién en los días ventosos y soleados erosionaban los suelos seguían siendo las principales arterias de comunicación para atravesar estos siempre desolados espacios, donde las lechuzas nocturnas se encaramaban detrás de los hilos del telégrafo, alguno que otro zorro gris se escondía tras los pajonales y muchas liebres, armadillos y perdices estaban antes y después de las tranqueras. Llegando el verano y muy cercano al fin de año las mieses del trigo crecían semana a semana esperando ser cosechadas prontamente. Pasando las fuertes alambradas estaban las instalaciones de algunas chacras que ocupaban, en su mayoría, entre unas 250 a 300 has., pero también las había de mayor tamaño –como la de Valeriano Alamán, nuestro informante- cuya propiedad abarcaba, contando la superficie ocupada por la laguna, alrededor de 600 has.
20Aquí en este paisaje, donde reinaba el ombú, y que él conocía y dominaba a plenitud, había procreado con Cecilia, su esposa, una extensa familia de seis hijos: tres mujeres y tres hombres. Representaba al migrante de una región de España que desarrolló y adecuó una fuerza de trabajo familiar, para su primera acumulación de capital, que le permitió la sobrevivencia en zonas pampeanas más áridas, y quien a diferencia de otra parte de su familia materna que no pudo hacer frente a los desafíos de los altos costos del arrendamiento y de las raquíticas cosechas de los años de crisis agrarias a los que se agregaba el no contar con una fuerza de trabajo de hijos varones que realizara las labores más duras en este tipo de establecimientos, logró llevar su empresa a buen término. Cercano a la Laguna Epecuén (partido de Carhué –Provincia de Buenos Aires) en la región que los geógrafos llaman Las Encadenadas, y recostada sobre un suelo salitroso se encontraba la chacra de don Valeriano Alamán. Hacia 1966, cuando lo entrevistamos, llevaba ya 56 años en la región donde había estado en diferentes localidades y diversos establecimientos en tanto que arrendatario.
- 7 “La hidrografía y calidad de las aguas de las lagunas Las Encadenadas del Oeste es afectada por la (...)
21Valeriano había migrado en la última década del siglo XIX desde Eslava, provincia de Navarra, España. Al igual que algunos otros vascos navarros se estableció en la zona de Macachín, antiguo Territorio (hoy Provincia) de La Pampa. Posteriormente migró, en tanto que arrendatario, a diferentes espacios de la región hasta que la crisis de los años treinta lo encontró cultivando cereales en La Indiana, partido de Guaminí muy cercano de donde residía en el momento de esta entrevista, y en 1936 ya residía en Fatraló, localidad cercana a la anterior. Finalmente, migró al Partido de Adolfo Alsina, en la zona de Carhué, y durante 10 años vivió como arrendatario en donde 300 ha. de las 601 ha. que explotaba conformaban una laguna. Su increíble tesón y capacidad para visualizar las innovaciones hicieron que promoviera la apertura de un canal: “el que me acompañe bien…” solía decir. Mucho antes de conocer los avances que hoy existen sobre la hidrología de este espacio, Valeriano logró abrir un canal por donde prácticamente vació gran parte de la laguna de Guaminí que estaba dentro de la superficie de sus terrenos y el agua se dirigió hacia la laguna de Carhué. Hoy, recientes estudios sobre la región consignan a estos espacios de lagunas como ‘Las Encadenadas’7, las cuales son de origen pluvial y con fallas de origen tectónico terciaria que definieron diferentes depresiones y niveles de las mismas (Geraldi, 2009).
22Durante el momento en que una gran mayoría de los colonos arrendatarios bonaerenses y pampeanos deambulan en busca de una tierra para rentar Valeriano dedicó un tiempo importante de su trabajo para vaciar una parte de la laguna hasta que el agua desembocara en Epecuén e inventó realizar un ‘surgente’ (recordemos que esta zona tenía precipitaciones anuales que oscilaban entre 450 a 550 mm.) para dar de beber a su hacienda. Ese pozo le extraía 40 litros de agua por minuto.
23Las décadas de los cincuenta-sesenta representan no sólo un aumento en la productividad agropecuaria sino también un ensanchamiento en las prácticas tecnológicas e innovadoras para este espacio rural que parecía haber absorbido la ‘modernidad’ toda en lo que dio en llamarse ‘las vías de crecimiento’ de entonces. La dictadura militar dio la espalda al desarrollo agrícola y el sistema productivo experimentó la caída de los precios tradicionales de cereales como el trigo y el maíz, aunque permitió el ascenso de otros nuevos tales como la soja y el girasol.
24Entre los años setenta y noventa existe una mayor concentración de la tierra en perjuicio de la pequeñas explotaciones entre 200 a 400 has. Mientras tanto, aumenta el cultivo de oleaginosas y forrajeras, éstas últimas, para el ganado y a su vez disminuye el de los cereales.
25Una fuente histórica como la de nuestro informante nos remite a tener en cuenta que representaron el arquetipo de esas pampas y de esos pueblos que cada uno de ellos parecía ser el último de estos desolados paisajes, al decir de Martínez Estrada. Estos hombres migrantes ayudaron a crear este espacio junto con su familia nuclear y extensa pero a partir de la tercera generación el despoblamiento rural se instaló en estos territorios. Su proyecto de vida duró hasta sus nietos y posteriormente se desarrolló un fuerte proceso de urbanización. Las políticas públicas privilegiaron otros espacios que los rurales del sudoeste pampeano y un nuevo proceso migratorio –del campo a la ciudad- produce nuevamente un despoblamiento del espacio rural. La ruptura del tejido social es también la ruptura de la memoria de los conocimientos acumulados por los pioneros y su familia directa durante, por lo menos, dos generaciones.
26Lo que acabamos de exponer son reflexiones a partir de algunos extractos del relato oral de un migrante que habría llegado al sudoeste pampeano a finales del siglo XIX. Esta entrevista la realizamos en los alrededores de Carhué Partido de Adolfo Alsina, provincia de Buenos Aires en 1966. Al releer el relato del informante encontré que faltaba interrogar a mi entrevistado sobre el entorno que lo rodeó durante los años, en tanto que arrendatario nómada, y la relación que mantenía con sus connacionales de origen de las localidades fronterizas y pueblos de donde migraron. Todo ello, me hubiera permitido conocer más a profundidad cómo ayudó el tejido social y la conducta cultural a ‘mantener la sobrevivencia’ en el territorio elegido.
27Este relato oral acompaña a otro tipo de fuentes documentales seriadas de tipo estadístico que recopilé y procesé para mi tesis de doctorado (Crises agraires du sud-ouest pampeen 1928-1938). En cuanto a los testimonios orales que aquí se citan se recogieron a partir de una entrevista semi-cerrada, pero de la que lamentablemente sólo logramos rescatar de nuestros archivos únicamente una parte importante.
28Hoy sabemos que las nuevas fuentes orales le permiten al historiador el diseño de un nuevo constructo metodológico que acrecienta y enriquece los límites y explicaciones que deben acompañar al reto cognitivo de la historia. Cuando como en este caso el espacio analítico se realiza a través de la historia económica la penetración de la herramienta oral tiene características muy determinadas (Iglesias, 2013). Este tipo de constructo en el que el relato oral se mueve como articulador de la historia económica la aleja del mero cuantitativismo y de la cliometría en la que en muchas ocasiones había sucumbido.
29En lo que aquí presentamos recuperamos un nuevo marco para la microhistoria en tanto que dialoga con el tiempo medio y no nos alejamos del reto cognitivo de la historia.
30Este relato oral, cuyo texto hallamos fortuitamente entre ‘viejos papeles’, nos invitó a repensar ese pasado –que evocamos en nuestro estudio de las crisis agrarias de los treinta- desde un ángulo aparentemente pequeño y con una nueva herramienta: la memoria de un individuo con su pertenencia social (Halbwachs). La oralidad actúa como el fluido penetrante en un tejido poroso en el que otras disciplinas le abren sus puertas.
- 8 Una contraparte de la historia que aquí presentamos puede encontrarse en “Hacer la América. Biograf (...)
31No todos los inmigrantes del siglo XIX que llegaron a nuestro país pudieron haber tenido sus memorias con el mismo tono empeñoso de esas familias que abrieron brecha en las pampas argentinas, como el caso de don Valeriano Alamán. Para ello, no sólo era necesario haber contado con hijos varones y una fuerza de trabajo necesaria para prescindir de un contrato de mano de obra externa que les hubiera impedido realizar la mínima acumulación originaria8. Muchas familias migrantes incapacitados de realizar este reto se refugian en los espacios urbanos y desarrollan, en una gran mayoría de los casos, trabajos informales hasta educar a sus hijos y permitirles un acceso al nuevo mercado laboral.
32Cuando incorporamos una fuente oral para evaluar esta época histórica la oralidad nos devuelve también otro actor que en su momento no se contempló con las herramientas de las disciplinas sociales que hoy ya contamos: estudiar a profundidad el tejido social de origen y destino del migrante.
Valeriano Alamán. Entrevista realizada el 5 de marzo de 1966 en la chacra del entrevistado Partido de Guaminí (Provincia de Buenos Aires), Entrevistador: Esther Iglesias Lesaga.