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Mélanges

De mulas, burros y perros. Lo animal y el registro del entorno en la prosa y las fotografías del escritor argentino Daniel Moyano

Diego Vigna

Résumés

El escritor argentino Daniel Moyano (1930-1992) nació en la ciudad de Buenos Aires pero transitó casi toda su vida entre viajes y mudanzas, primero en el interior de la Argentina y luego en España, hasta su fallecimiento. Hacia fines de la década de 1950 comenzó su etapa más fructífera desde el punto de vista artístico y existencial : su llegada a la provincia de La Rioja, donde vivió hasta 1976.

Además de sus facetas como escritor, músico y periodista, Moyano también tradujo su inquietud permanente para el registro de gestos y detalles en un valioso corpus de fotografías que permitió consolidar otra arista de su registro creativo. Propongo aquí un recorrido a través del archivo del autor con la mirada puesta en su relación con la naturaleza y los animales, atendiendo a su producción de ficción, su prosa periodística y a sus fotografías en una mezcla de lenguajes y recursos. Mi hipótesis es que, de la misma manera en que Moyano percibía y respetaba el lugar de los animales entre las personas en su vida cotidiana, sus textos y sus fotografías también lo hacían, poniendo de relieve la integridad no sólo de todo ser vivo, sino especialmente de algunos animales que, en el ambiente riojano, se destacaban por sus silencios y por su persistencia frente a las inclemencias humanas y naturales.

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Texte intégral

Introducción

1El multifacético escritor argentino Daniel Moyano (1930-1992) nació en la ciudad de Buenos Aires pero transitó casi toda su vida entre viajes y mudanzas, primero en el interior de la Argentina y luego en España, hasta su fallecimiento. Por episodios ajenos a su voluntad, y muchas veces por la crudeza de lo que Marcelo Casarin llamó su “itinerario existencial”, la mayor parte de esas mudanzas fueron para Moyano obligadas o, en sus primeros años, decididas por otros.

2Entre tantos movimientos, forjadores de una inquietud (una vitalidad) que nunca habría de abandonar, Moyano pasó sus años de juventud en la provincia de Córdoba, donde comenzó a rodearse de escritores y personalidades cercanas al universo de la producción artística. Como afirmó Casarin (2012 : 20), gracias a esos vínculos y a su cualidad autodidacta consolidó allí su formación intelectual, aunque fue hacia fines de la década de 1950 cuando una nueva mudanza marcó el comienzo de su etapa más fructífera desde el punto de vista artístico y existencial : su llegada a la La Rioja, donde residió hasta 1976.

3Allí comenzó a desarrollar su prosa periodística, a la par de su escritura literaria : fue corresponsal del diario Clarín entre 1961 y 1976. Allí profesionalizó también su condición de músico al convertirse en profesor de violín del Conservatorio de música provincial e intérprete de viola en el Cuarteto estable de la Provincia. En La Rioja escribió gran parte de su obra de ficción, y en esos años sus libros comenzaron a obtener un reconocimiento que luego se tradujo en publicaciones más difundidas. Pero además, entre el paisaje cordillerano y el estepario, Moyano dio forma a una familia, no sólo integrada por su compañera e hijos sino también por amigos. Un ambiente, una suma de escenas y relaciones de las que algunos episodios nefastos lo habían despojado en su primera infancia (Casarin, 2012 : 21). Ese cultivo de un hogar y de un grupo de artistas, periodistas e intelectuales fue decisivo en la expansión de su impulso creativo y de su modo de mirar, que encontró un tono propio en el derrotero cotidiano de sus viajes al interior de la provincia.

4Además de sus facetas como escritor, músico y periodista, Daniel Moyano también tradujo su inquietud permanente para el registro de gestos, detalles y mundos ignorados en un valioso corpus de fotografías que, oculto en su archivo personal, permitió conocer otra arista de su registro creativo, un corpus nunca abordado sobre su búsqueda estética (y su labor periodística). Junto con los textos, sus fotos terminaron siendo parte de un mismo universo expresivo : distintas versiones de una mirada.

5El período en la vida del autor en el que tuvo ese contacto cotidiano, y tan expansivo para su obra, con el interior del interior argentino (una etapa de final abrupto, ya que debió abandonar La Rioja luego del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976), es el marco de este recorrido a través de sus textos y de un material fotográfico del que no se tuvo conocimiento hasta 2013. Los años en los que Moyano retrató con su cámara y su pluma los días riojanos. La intención es mostrar cómo su forma de mirar (de buscar “encuadres” más allá del lenguaje, a veces para su trabajo periodístico) no pudo desligarse de sus ideas y procedimientos para renombrar el mundo, para replicar la realidad circundante o para soltar una denuncia vital, siempre encauzada en una crítica sobre las formas de soportar en esa tierra.

6Propongo un recorrido focalizado a través del archivo del autor ; aquí se cruzan elementos que remiten a una visión de mundo pero que ofrecen desde su producción de ficción, desde su prosa periodística y desde sus fotografías una mezcla de lenguajes y recursos, con sus rasgos específicos a cuestas. Mi hipótesis es que, de la misma manera en que Moyano percibía y respetaba el lugar de los animales en su vida cotidiana, tal como familiares y amigos han testimoniado, sus textos y sus fotografías también lo hacían, poniendo siempre de relieve la integridad no sólo de todo ser vivo, sino especialmente de algunos animales que, en el ambiente riojano, se destacaban por sus silencios y por su persistencia frente a las inclemencias (humanas y naturales). Desde los testimonios de sus familiares, y desde el análisis de algunas voces que se han dedicado a pensar, desde la fotografía y la literatura, los reflejos muchas veces miserables de los seres humanos en ciertos animales, ha sido posible entrever que Moyano ha mirado y admirado la presencia de animales sobre todo cuando se ofrecían en su desvalimiento, humillados por el hombre o por el clima y la falta de recursos. Esa admiración también se ha vuelto recurrente en sus tramas, como elementos de composición de sus relatos. Son notables las menciones, y sobre todo es notable el trabajo de acercamiento que ha sabido realizar el autor en algunos casos específicos. Aquí expondré algunos ejemplos al respecto.

De la persona a la prosa, y a las imágenes
Voces críticas sobre la escritura de Moyano

7Varios críticos han abordado la literatura de Moyano, y han propuesto líneas transversales que recorrieron toda su obra. Quizás pueda marcarse un movimiento evidente que configuró dos grandes etapas en su producción de ficción, en lo que respecta a las decisiones compositivas : por un lado, desde la publicación de sus primeros relatos en Artistas de variedades (1960), y a lo largo de todos los libros de cuentos y de sus primeras novelas (Los pájaros exóticos, inédita, Una luz muy lejana [1966]), una tendencia al registro realista de situaciones cotidianas y familiares, pintadas a partir de la construcción de infiernos íntimos, forjados a base de extrañezas y hostilidades de personajes solitarios que vagaron por distintas casas y situaciones de pueblo, casi siempre intentando escapar de las miserias heredadas. Por otro lado, otra escritura, atendiendo a otro uso del lenguaje, que surgió a partir de la novela El trino del diablo (1974) y se fue consolidando hasta encontrar su máxima tensión en Tres golpes de timbal (1989). Ese cambio en Moyano se caracterizó por inclinarse hacia lo simbólico, dejando de lado las referencias específicas de nombres y lugares y atendiendo en su lugar a exponer una representación del mundo desde el lenguaje mismo, haciendo de ese ejercicio una patria : la memoria como origen y destino de la escritura, como cimiento de las historias, y luego la simbolización y el humor como materia con la cual moldear la narrativa.

8Aun con el cambio en sus representaciones de lo real, los animales mantuvieron una presencia constante y algunos rasgos propios que, luego de ese quiebre narrativo, se consolidaron en el trabajo de simbolización : la sensibilidad y el pensamiento. O mejor dicho, la atención al pensamiento y a las sensaciones de los animales por parte de los narradores. Más allá de las locaciones de los relatos y novelas, y más allá de los contextos de producción de las obras, las mulas de Moyano han transitado desde la “Cantata para los hijos de Grascimiano” (El estuche del cocodrilo, 1974) hasta su última novela publicada en vida, Tres golpes de timbal. Y los perros también fueron contemplando todo el paisaje de su obra, desde “La lombriz”, en el libro homónimo (1964), hasta Un silencio de corchea (2010 [1999]). Porque el tiempo moroso del recuerdo y luego de la escritura, y el tiempo de las publicaciones y la industria editorial siempre fueron dispares y entreverados ; pero el tiempo de la experiencia parece haberse concentrado en la obra de Moyano. Una concentración del vivir y por tanto del hacer. Esos textos nacieron de aquellos años riojanos, más allá del momento de su publicación.

9Distintas voces han caracterizado la escritura ficcional del autor. Quizás la más citada haya sido la del escritor Augusto Roa Bastos, en el prólogo a La lombriz, donde afirmó que “el de Moyano, después de todo, es un realismo profundo a fuerza de ser objetivo, a fuerza de querer ser un sondeo de todo lo real, de sus estratos más ricos e inéditos” (1964 : 8). Ana María Amar Sánchez, por su parte, ha distinguido a Moyano como un autor que fue más allá de la idea de paisaje físico del interior argentino en pos de pintar un “paisaje interno de ese interior del país” ; un interior surgido como territorio de la marginalidad, siempre contrapuesto a la idea de ciudad como reunión de riquezas. “Ejecutor de una búsqueda profunda en el registro de la resistencia frente a la posible extinción en la miseria y el olvido” (1982 : 7). Esas mismas palabras, excediendo su literatura, también explican sus fotografías durante ese período ; la intención de discutir las maneras del llamado “regionalismo”, canalizado en las formas tradicionales de la descripción minuciosa de ambientes, del folclorismo, del pintoresquismo, como afirmaba Amar Sánchez, se puede encontrar con igual potencia en sus fotos. No obstante esta percepción, la interpretación no remite a una vinculación lineal : la mirada de Moyano puede pensarse como una sola pero no fueron las fotos el reflejo de sus textos ni tampoco un movimiento inverso : lo que ofrecen las imágenes de dicho período, tan relacionado con el periodismo (lo que él llamó “el mejor trabajo que tuvo” [1982 : 174]), ha sido la verificación de una región formadora para sus intenciones estéticas. Los documentos fotográficos han consolidado la lectura de sus intenciones de producción, de su expresión ideológica, y por tanto de su intención, junto a los autores con los que fue vinculado en la crítica literaria, de proponer otra manera de mostrar y construir el paisaje. Y el paisaje, ante todo, como dijo Atahualpa Yupanqui, es el hombre y sus espejos.

10Las fotos de Moyano dieron cuenta de ese realismo profundo y traducido con distintos recursos prosaicos ; un verdadero manifiesto de las personas, los animales, la tierra y la acción misma de resistir. En sus fotos también se puede ver con una intensidad notable la fijación de los climas mentales y espirituales que ha desplegado en los animales de sus textos : las personas y las “bestias”, no por brutales sino por la valoración de la ausencia del lenguaje. La fijación de las imágenes produjo encuadres certeros de una espiritualidad concreta ; es decir, el retrato de una naturaleza mucho más allá de lo material que se tornaba indecible, e inherente a la realidad de lo vivo, de lo sensible, de la energía que puja aun en medio del despojo más violento.

11El mismo Moyano, al haber sido consultado sobre sus temas recurrentes, ha sabido aclarar que su intento de modificar lo real siempre se encauzó en el deseo de “volver más humanas las cosas, para poder verlas más de cerca” (1982 : 172).

Mirar a los animales, registrar un con-texto

12El hombre como paisaje, registrando (sin embargo) lo que ve como paisaje, y por tanto haciendo un repertorio de sus reflejos. Si hay un lugar común en torno a la concepción de los animales por cuenta de los seres “racionales” es el del espejo : el desdén por el otro representado en el desdén por lo vivo ; los vínculos estrechos con las bestias porque no hablan y actúan, por esa razón, como fiel reflejo de lo que “no está” entre los humanos. John Berger ha dado cuenta de algunas percepciones sobre el acto de mirar a los animales que encuentro pertinentes para comprender la mirada y la palabra de Moyano a la hora de modelar la relación entre hombres y criaturas supuestamente mudas que hemos sabido dominar, aislar, a veces “adecuar” como compañía. Berger ha dicho que los ojos de un animal, cuando observan al hombre, tienen una expresión atenta y cautelosa, y que el mismo animal puede darse el lujo de mirar a otra especie del mismo modo. El animal no reserva, según Berger, una mirada especial para el hombre, pero la especie humana sí reconoce la mirada del animal como algo familiar. Y eso no lo hace ninguna otra especie, sencillamente porque el hombre toma conciencia de sí mismo al devolver la mirada (Berger, 2011 : 11).

13Según Berger, el hombre tiene esa necesidad de tomar conciencia de sí al forzar el reflejo en los ojos de la bestia porque es quien siempre mira “desde la ignorancia y el miedo” (2011 : 11). Cuando estamos siendo observados por los animales, reconocemos en ese acto el mismo ejercicio que realizamos cotidianamente : el animal disecciona lo que creemos automatizado y nos hace ver que nosotros también miramos así, registrando lo que nos rodea. Por eso, según Berger, al hombre la mirada del animal se le vuelve familiar, aunque el animal sea claramente distinto y nunca se confunda con el hombre (2011 : 12). En ese tránsito permanente entre miradas y búsquedas de explicaciones, Berger ubica el impulso que tenemos de asignarle un poder al animal, comparable al poder humano, aunque en realidad nunca coincidan (2011 : 12). Esto sucede desde la empatía y el vínculo, aunque también explica la superioridad, o lo que Walter Benjamin llamó el “asco a los animales”. La mirada del hombre, más allá de la atracción o del rechazo, siempre desde la intención de explicar la ignorancia, lo indecible. Como el miedo.

14Benjamin tradujo la sensación ¿ dominante ? del asco humano hacia los animales como “el miedo a que nos reconozcan cuando los tocamos”. Según dijo,

lo que se espanta en lo profundo del hombre es la oscura conciencia de que en él vive algo tan poco ajeno para el animal asqueroso que éste podría reconocerlo. Todo asco es originalmente asco al contacto. A esta sensación el dominio sólo logra pasarla por alto con gesto esporádico y desbordante : abrazará fuerte lo asqueroso, lo comerá, mientras que la zona del más leve roce epidérmico sigue siendo tabú. Sólo así puede satisfacerse la paradoja de la exigencia moral que demanda de las personas la superación y al mismo tiempo el cultivo más sutil de la sensación de asco. No tiene permitido negar su parentesco bestial con la criatura a cuya llamada responde con asco : debe convertirse en su amo. (2014 [1928] : 50-51)

15Daniel Moyano parecía inclinarse naturalmente al denso lodo de los parentescos. Le temía : todo lo encerrado bajo los vínculos parentales había sido para él una fábrica de dolor, y por eso allí se sumergía, una y otra vez, para desentrañarlo y renombrar la memoria, algo que no fue sino una forma de perdonar(se). En el universo riojano aparecieron personas y vacas agonizantes por la falta de agua ; personas y perros escuálidos por el hambre ; personas y mulas que aprovechan los silencios para encauzar el entusiasmo ; personas y burros cansados. En los ojos de los animales, fotografiados y narrados, puede leerse su misma condición, y la distancia que el vínculo experiencial del autor ejecutaba para con todo aquello que presumiera un poder (siempre ilusorio) sobre la naturaleza. En ese intento de registro y representación podrían caber las premisas que Berger estableció para responder a la conclusión de Susan Sontag (2006 [1973] : 249) sobre el acto de fotografiar : cómo discutir la constatación de que una sociedad capitalista requiere sí o sí de una cultura basada en imágenes. Berger se interesó por las miradas periféricas ; en el caso de Moyano, una mirada periférica dentro de la periferia, intentando asumir el acto creativo como encuadre-relato incorporado a la memoria social (Berger, 2011 [1980] : 64), no como ajeno sino como parte (reflejada) del contexto vivo registrado.

Moyano mirando a los animales : mulas narradas, burros retratados

16En el cuento “Cantata para los hijos de Gracimiano”, una mula lleva al protagonista y su compañera, a sus nueve hijos y al perro, en un recorrido desolador que tiene por objeto desmantelar la familia para combatir el hambre. En el cuento, una mula que forma parte de la intimidad (aún en la frialdad marcada por la escisión pensamiento-bestia) va llevándolos por distintos parajes de los Llanos riojanos mientras los padres dejan a los niños a cargo de otras familias. Y hasta el perro, en un segundo plano al comienzo, termina por aliviar el peso del carro : el perro, como dice el texto, “no quiso quedarse en ninguna parte, por su afición a Gracimiano, y hubo que degollarlo. Se entregó solo al puñal –como reescribió Moyano en una versión posterior del cuento (Demarchi, 2014)–, viendo que el brillo de los ojos de su amo en el momento de despenarlo era congruente con el brillo del cuchillo”.

17La mula, luego de sentir la liviandad del carro, toma su propia decisión al rumbear hacia unas salinas que eran “puro horizonte” ; ella termina tomando las decisiones, según el narrador, como una forma de aliviar a sus dueños, después del desfile desgarrador que realizaron. Incluso Moyano describió al animal con una entereza humana, casi logrando ser más consciente de la situación que los propios personajes : “se detuvo ante un barranco, dobló el cuello hacia atrás, vio al hombre y a la mujer, más pequeños que el más pequeño de sus hijos, sentados en el centro del carro, y movió la cabeza como preguntando. […] El animal, viendo que nada quería vivir, saltó” (1974 : 41).

[Archivo de Fotografías Daniel Moyano –en adelante AFM–, Sobre 160] Este retrato se enmarca en un material que el autor tomó para contextualizar una crónica publicada en Clarín (29 de marzo de 1973) sobre los pobladores del paraje Patquía Viejo, en los Llanos riojanos. A lo largo del corpus fotográfico los burros son tan centrales como las mulas en los relatos ; aquí, los niños del paraje posan con los pocos animales en pie, así como en otras fotos otros animales no pueden sostenerse por la falta de energía y agua, tal como denunciaba Moyano. La crónica citada, y este material, remiten a su vez a la novela Tres Golpes de Timbal y sus personajes y entornos : algunos nombres de los pobladores (Fábulo Vega) fueron trasladados a la novela ; los niños son retratados junto a sus animales de transporte y carga, como sucede con el retrato de las mulas en TGT.

18Las mismas mulas a su vez inauguran la novela Tres Golpes de Timbal (TGT) ; son las mulas andinas los primeros seres en movimiento que ofrece el relato, antes que las personas, trepando a más de cinco mil metros de altura en la montaña y dejando señales rojas en la nieve por las gotas de sangre que se les escapan por la nariz, a causa del esfuerzo y la falta de oxígeno. Mulas que, en ese comienzo, son descritas por Moyano como tan livianas y ligeras que parecen nubes, aunque dentro de esa aparente liviandad “el corazón les late tan fuerte que los jinetes pueden oír su golpeteo” (2012 : 7). Esas mulas, en el devenir del relato, alcanzan tal grado de humanización que llegan a ocupar el lugar de una prole : “La Mansa”, mula protagonista de la odisea cordillerana en la que algunos habitantes del pueblo Minas Altas trasladan un piano, incluso da su nombre a un capítulo entero. Otro de los personajes, I, termina tratando a las mulas como “sus hijitas”, de las que tiene que elegir tan solo ocho para llevarlas al mar con el piano en sus lomos ; el narrador muestra a las mulas excitadas por el viaje, dejándose poseer por el deseo, e incluso detalla las aspiraciones de los animales que formaban parte de la familia tanto como las personas.

I festejaba escrupulosamente el cumpleaños de sus mulas, sin olvidarse de ninguna. Las adornaba con flores y les colgaba cencerros de distinta afinación para incitarlas a la danza, arrancándoles movimientos diferentes a los de carga y marcha, que las aliviaban de su condición. Ellas, adornadas del mismo modo, creían que eran todas las que cumplían años. y como, según la libreta que guardaba en el bolsillo hondo de su chaleco, casi todos los meses tocaba festejar algún aniversario, las mulitas, de fiesta en fiesta, cumplían meses en vez de años, con lo cual, pensaba I, se les alargaba la vida. (Moyano, 2012 : 112-113)

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[AFM, Sobre 41] Un poblador de los Llanos, en enero de 1971, transporta con su burro una pequeña reserva de agua para las viviendas. En el marco de lo que Moyano llamó la “Mitología del agua” en La Rioja, haciendo referencia a un recurso tan escaso que a veces se les tornaba abstracto, hombres y animales parecían trabajar juntos, en cada localidad del interior, para sobrellevar la sequía.

20Lo anterior se encuentra aún más explícito en otros textos, como el relato “De violas y mulas” de Un silencio de corchea (USC). Por el recorrido de producción del autor, y por los sitios donde se despliegan TGT y las “anécdotas” de USC (las montañas riojanas), quizás estas ideas se hayan forjado en un período similar, con Moyano escribiendo desde Madrid. En “De violas y mulas” Moyano construye un pensamiento a través de la narración del espacio en el que los animales, a diferencia de la “ternura” que sienten los muleros en TGT por “sus hijitas”, se destacan notablemente por sobre las personas desde la voz del narrador, que ofrece el artificio (natural, verosímil) de describir los gestos de los animales en comparación directa con los gestos de las personas. Pero no de cualquier persona.

21Lo que hace Moyano en los primeros párrafos del relato es otro ejercicio de humanización, aun cuando el recurso no busca igualar la condición animal a la humana en tanto seres provistos de intelecto y capaces de desarrollar un lenguaje. Lo que parecía buscar Moyano, tanto en estos ejercicios de la memoria riojana como en otras ficciones, y en sus fotografías, era demostrar con ironía que, muchas veces, los animales pueden ser mejores representantes de la condición humana. Esa condición remite a las cualidades que otorgan sustancia a lo humano : primero, una sensibilidad especial, aceptada por quien la comparte como en un reflejo natural. Luego, y como consecuencia de lo anterior, un respeto por lo que despierta o fomenta la sensibilidad, o la apertura y la liberación de la percepción y los sentidos. Finalmente, como corolario de los dos puntos, un acercamiento a cierto saber, atado al entorno, que casi siempre aparece en forma de silencio. Así se muestra el comienzo del relato :

[...] las “salas” donde tocábamos eran las galerías de los colegios, que daban al patio, al aire, a la cordillera inmediata, al océano Pacífico que estaba un poco más allá pegado a Chile. Unas galerías largas sostenidas por columnas metálicas donde la gente, que venía de los cerros, ataba las riendas de sus mulas, que eran, siempre, la mitad de nuestro público. Unas mulas que, en cuanto oyentes, eran mucho más educadas que las personas : no tosían ni cuando acababa un movimiento ni mucho menos en mitad de una pieza ; no hacían ruido con los papeles de los caramelos, como los odiosos hijos de los ediles y demás municipales del pueblo, que sentados en la primera fila se pasaban el concierto pelando maní o mascando cosas duras y arruinando los pianísimos con los chirridos del papel celofán que envolvía sus golosinas ; no cuchicheaban ni tenían actitudes ajenas al concierto, como las esposas de los ediles y los ediles mismos ; unas mulas mansas y melómanas que miraban siempre hacia la orquesta, parpadeando, serenamente entregadas a la música producida por esos jinetes que habían conseguido, tras siglos de labores, arrancar sonidos a la madera de los árboles del monte, chañares y algarrobos cantando esas músicas privadas que venían de los montes de otros mundos. (2010 [1999] : 97)

22En este caso, la comparación construida se destaca por oposición a las cualidades groseras de las personas : las mulas explicitan su sensibilidad en los ojos, a diferencia de las mujeres de los ediles de los pueblos, y de los mismos ediles, que no atienden a la propuesta, no registran el estímulo. Y las mulas escuchan en silencio, a diferencia de los hijos de los ediles que, sentados en primera fila, no se cansan de hacer ruidos.

23En esta interpretación los animales se acercan a lo humano pero se alejan de las personas. No se alejan, sin embargo, de las personas que conviven con ellos, que se hacen parte misma del entorno aceptando la relación intrínseca con la tierra, como se puede ver en las fotografías. Se alejan de las personas que han enturbiado sus capacidades perceptivas, la cualidad del sentir, en pos de reproducir costumbres ligadas a las rutinas urbanas, o al progreso de ciertas condiciones sociales o mecanismos de “civilidad”. Las mulas se alejan de la premisa de que todo paisaje natural debe terminar subordinándose a la versión más instrumental de las relaciones entre las personas. A la ostentación del poder.

24El doble juego pone en evidencia las fragilidades de lo vivo, como en las fotografías de mulas y burros donde nunca aparecen solos sino como escoltas, y pares, de las personas con las que atraviesan las mismas necesidades. Moyano humanizaba a los animales volviéndolos frágiles pero a su vez dotándolos de un poder surgido de la sabiduría humana, acudiendo a otras formas de la comunicación, prescindiendo del lenguaje verbal. Un movimiento que acerca el espíritu de los pobladores, de las personas nacidas y criadas en sitios alejados e ignorados, al espíritu de los animales, muchas veces trabajando, en la quietud de los retratos, para una causa común. Colegas que se ayudan entre sí en una relación de complicidad. Y al mismo tiempo, Moyano intentaba volver frágiles a quienes se muestran fuertes : esos otros hombres que, desde la prepotencia o la displicencia, se distancian de sus colegas sólo porque han admitido costumbres a primera vista superadoras. Ésa parece ser la utilidad que Moyano le dio, en todas sus descripciones, verbales o fotográficas, a la ironía.

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[AFM, Sobre 159] Una toma realmente irónica, poseedora además de la frescura con que Moyano retrataba su entorno. Un burro “estacionado” en pleno centro de la capital riojana, en el sitio reservado para “vehículos del Ministerio de Hacienda y Obras públicas”.

Moyano mirando a los animales : los perros

26Otra de las operaciones que Moyano llevó a cabo en torno a la oposición (en el sentido de poner frente a frente) personas-animales refiere a la presencia de perros en textos y fotos. Perros que aparecen con distintos grados de relieve en las historias pero que siempre están : a veces como paisaje del entorno (en general como signo de desprotección o de abandono) ; otras como entidades que se desenvuelven en paralelo al eje de sentido de los relatos, evaluando desde el silencio las miserias humanas (el caso de la “Cantata”), y otras directamente como protagonistas, estableciendo una confrontación directa, casi sin jerarquías, con las personas, aunque el dominio de la fuerza siempre esté hegemonizado por los amos. En algunos casos, esa confrontación entre hombres y perros opera como síntoma : para pintar la prepotencia nacida de las frustraciones cotidianas en contextos de marginalidad, o las cualidades violentas de tíos o familiares (siempre exponiendo la dominación masculina), Moyano apelaba al castigo o al abandono de perros. En otros casos, los perros son objetos de anécdotas o de pasajes humorísticos al ser respetados como si se tratara de individuos, otra vez, silenciosos y sabios, al igual que las mulas.

27Para retomar la idea de confrontación, en el cuento “La lombriz” la aparición de un perro extremadamente flaco y voraz se resuelve en una sola acción del responsable de la casa :

Alguien tuvo la malhadada idea de llevar un perro a la casa. Y conviene decir que cuando Matías narraba este detalle sus accidentales oyentes se veían forzados a reír. Pero no él, que cerraba en cambio los ojos en este punto como si quisiese mirar dentro del pasado. “Jamás vi un perro como ése –decía– : comía cáscaras de papas, cebollas, nabos, chauchas y cuanto le venía a la boca ; pero enflaquecía cada vez más, a tal punto que los chicos, por referirse a las costillas, tan visibles, decían las espinas del perro”. A los pocos meses era evidente que el animal no viviría mucho tiempo. Una sola vez en su vida comió carne, mejor dicho la probó. Se la dio el tío un día, ante el asombro de todos. Pero adentro llevaba una píldora de estricnina. (1964 : 95)

28Luego, en el relato, los chicos de la casa encuentran la quijada del perro cavando pozos bajo las directivas de los tíos para enterrar basura. Y se avisan entre ellos : “el perro, el perro” (1964 : 96). Pero nadie comenta el hallazgo, lo que se vuelve una muestra del desdén de todos los habitantes del hogar hacia cualquier cuerpo que comiera. El perro, con pobre suerte, podía ser eliminado sin represalias : confrontaba con las personas sólo porque tenía tanta hambre como el resto de los habitantes del hogar. Pero la dureza y la malicia del tío llega a su punto más descarnado cuando equipara la presencia de Matías, el protagonista (extraño a la casa por no ser hijo) a la de aquel visitante efímero que terminó envenenado y enterrado : “una boca menos”, es lo único que dice el tío cuando Matías decide dejar la casa.

29Una tensión semejante se ofrece como eje del cuento “El perro y el tiempo” (1967), que comienza con la voz de otro tío. “Yo no puedo alimentar también a ese perro”, le dice a su sobrino, que llevó al animal para quedárselo como mascota. Ese sobrino también es protagonista, reiterando la posición que Moyano ha ejecutado en varios cuentos para narrar la desolación de un niño extraño en una familia supuestamente parental que lo acoge. Niños (puntos de vista) que son mostrados como presencias marginales dentro de la marginación estructural que sufren las familias, despojadas además de los modales propios de la “burguesía” urbana. Los niños de los cuentos, ocupando un punto de vista que Moyano parecía repetir una y otra vez en busca, quizás, de algún tipo de “exorcismo”, se debaten entre malestares internos y miedos de distinta naturaleza : miedo a la represalia por obstruir la autoridad siempre inapelable, miedo a los golpes, miedo a la soledad del día a día. En “El perro y el tiempo”, el niño (Gregorio) lleva un perro a la casa para sentirse acompañado : casi como si sugiriera que los perros por suerte no hablan, y por tanto no tienen la violencia (y naturalmente el miedo) diluidos en la sangre, como los tíos. John Berger lo dijo certeramente : “Mientras que en los animales el miedo es una respuesta a una señal, en el hombre es algo endémico” (2011 : 11). El narrador, después de aquella primera frase del cuento, dice que el niño “hubiera esperado una discusión, un examen previo, algo que le permitiera exponer sus razones para tener al perro, pero su tío parecía haber calculado de antemano esa posibilidad, y por tanto su resolución, tan rápida, era simplemente algo que había que recordar y tener en cuenta, sin posibilidad de modificaciones” (1967 : 153).

30El tío del cuento, sin embargo, permite durante un tiempo la presencia del perro con la condición de que el niño lo alimente con parte de sus raciones. Pero después de un evento desafortunado con los huevos de unas gallinas el tío decide desprenderse del animal (culpable), y llaman a un viejo que juntaba perros. “Cuando le dio el último abrazo, hacía rato que estaba llorando, pero parecía que lo advertía ahora”, dice el narrador sobre el niño. Y después completa : “Hacia el invierno Gregorio estuvo enfermo varios días, y una noche la tía le llevó a la cama un huevo pasado por agua y se lo dio en cucharaditas. Él sintió entonces que el perro pertenecía al orden de las cosas incomprensibles” (1967 : 161).

31John Berger dijo que con el devenir de las vidas paralelas, los animales ofrecen al hombre un tipo de compañía diferente de todas las que puede aportar el intercambio humano, porque ofrecen una compañía dirigida a la soledad del hombre en cuanto especie (2011 : 14). En ese tono parece inscribirse esa figura en el cuento, que a su vez potencia la insistencia que ha tenido Moyano para retratar la mirada de los animales con su cámara, como si allí se pusiera en juego el movimiento necesario de mirar para ser mirado.

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[AFM, Sobre 64] Moyano anotó en el sobre que contenía esta foto la frase “perro flaco”. Según Ricardo Moyano, hijo mayor del autor, podría tratarse del famoso “Arpeggione”.

33Quizás uno de los animales más mencionados entre críticos y lectores del autor, por la centralidad del “personaje”, es el perro que dio nombre al relato “Arpeggione” en Un silencio de corchea : nombre con el que Moyano y los integrantes de la orquesta de La Rioja bautizaron a un perro cuya atención, oído y elegancia, según la anécdota narrada, distinguió a un concierto que brindaron en la localidad de Vinchina. Como afirma el narrador,

estaba también ese perro de Vinchina, un pueblo justo al lado de la cordillera, que sorprendió al maestro Fauré [director de la Orquesta de cuerdas, a quien Moyano admiraba públicamente y en privado, porque eran amigos ; la aclaración es nuestra] entrando tan campante cuando el concierto ya había comenzado y se sentó entre la tarima donde tocábamos y la primera fila de sillas, en ese espacio neutro que no es ni del público ni de los músicos sino del sonido, allí fue a posarse el señor tan seguro y orondo, sentado sobre las patas traseras y manteniendo estiradas las de adelante, cruzadas con puntillosa educación y las orejas como campanas atentísimas con sus pelos internos orientándose hacia violas y violines, pelos por cuyas puntas casi microscópicas entraban las corcheas o las fusas al interior de su cuerpo, que se henchía. (2010 [1999] : 91)

34Pero además de la descripción física, Arpeggione justificó su presencia para el narrador por el simple hecho de haber desocultado la verdadera naturaleza del intercambio o, como dije antes, la verdad de la percepción más allá del lenguaje.

Viendo que las razones del perro eran puramente musicales, los ojos del maestro, borrando en su camino de regreso la estela que habían trazado, volvieron a la placidez de la partitura como si nada hubiese sucedido. Pero claro, no era así, el perro estaba allí, escuchando como cualquier persona. Escuchando más que las personas. El alcalde dijo que no nos afligiéramos, la cosa no tenía importancia y no volvería a suceder jamás de los jamases. Pobrecito. Tiempo después aparecerían también mulas en nuestros conciertos, y a partir de entonces nuestro concepto de lo que se entiende por público se enriqueció notablemente. (2010 [1999] : 92-93)
[…]
Mientras el resto del público se aburría, haciendo ruido al desenvolver los caramelos envueltos en celofán o comentando en voz baja cosas ajenas al concierto, Arpeggione, como lo bautizamos después en homenaje a Schubert, sentado sobre dos patas era el más atento de los oyentes, y no sólo porque tuviese más capacidad auditiva que sus colegas los humanos. Seguramente había algo más, como explicó después el contrabajista, gran lector de Darwin : había llegado la hora en que otras especies también quieren erguirse como lo hicimos nosotros, y sólo cuando estos hechos se produzcan cabalmente habremos descubierto el sentido de nuestra naturaleza. (2010 [1999] : 93-94)

35

[AFM, Sobre 64] Esta foto quizás refuerza la hipótesis de Ricardo Moyano : quien observa la flacura del perro es el director de la orquesta de cuerdas de la provincia, el maestro José Rodríguez Fauré. Este registro se produjo en alguna visita del cuarteto al interior riojano. Según la contextualización de las tomas, con otras también relacionadas con las publicaciones de Clarín, quizás se trate de la localidad de Vinchina, sitio donde Moyano ubica el relato “Arpeggione”. Una de las preguntas surgidas al respecto también remite al título : ¿por qué nominar al perro Arpeggione ? Quizás lo espigado y flaco que marca la singularidad del instrumento (una suerte de mezcla entre guitarra y violín) fue, para el autor, un elemento suficiente para establecer la comparación.

Cierre

36Moyano también dedicó su atención a las relaciones siempre complejas entre la fauna silvestre, los entornos que la acogen y las personas que se involucran en su aprovechamiento (o la consecuente desprotección animal sin uso racional de su reproducción) en su prosa periodística, con los recursos que más utilizaba en sus columnas de opinión. Al margen de la ficción, e incluso lejos de las escenas lúdicas que exponía en esas columnas, el desdén por los animales o los permisos de caza o exterminio de ciertas especies ajenas a las “posibilidades productivas” en el interior riojano ha funcionado en su discurso como signo del avance indiscriminado del “progreso” por sobre la naturaleza, atendiendo a cómo el hombre formado en la “urbanidad” no ha sabido mantener el respeto (por) y la convivencia con los animales silvestres del modo en que lo hacían los pobladores originarios. En el mismo registro que volvió un tono propio para el enaltecimiento de los orígenes riojanos, y para la puesta en memoria de sus tradiciones y derrotas políticas y sociales, ha mencionado algunos casos, en columnas de Clarín de 1972, para sostener la importancia de aprovechar los recursos que ciertas especies podían ofrecer a los habitantes del interior sin ponerlas en peligro de extinción.

37

Archivo Virtual Moyano, Prosa periodística : Clarín, 12 de septiembre de 1972. Moyano escribió una columna a partir de la definición de “plaga”, citando el caso de los zorros y de otras especies que eran así consideradas y fueran exterminadas, a diferencia de otros casos que fueron ignorados aun atentando contra el orden natural.

38

Archivo Virtual Moyano, Prosa periodística : Clarín, 27 de septiembre de 1972. Moyano dedicó otra columna, el mismo mes, al exterminio de la vicuña en la zona, pidiendo por un aprovechamiento racional de su lana y no por su eliminación.

  • 1 “La pequeña unidad de vivienda familiar carece de espacio, tierra, otros animales, estaciones clima (...)

39Esto también tiene que ver con lo que brota en la ficción y en las fotos del interior del interior : el registro de los animales conviviendo con las personas, sin jerarquías. La certeza de una necesidad mutua, a diferencia de lo que sucede cada vez más en los ámbitos urbanos donde los animales son forzados a reproducir las costumbres de los amos y por tanto la lógica del aislamiento y el consumo1.

40Aquí lo que parece desplegarse como eje de todas las variantes del relato moyaniano es una expansión del carácter mimético de sus versiones : el tratamiento lúcido, sensible en su mejor expresión, exacerbado en su esencia clásica del valor de la literaturidad, del acto de creación por parte del (los) lenguaje(s). Desde la definición aristotélica, que concibió al lenguaje como vehículo de representación o simulación de acciones o acontecimientos (2004), Gérard Genette supo resaltar en esa capacidad mimética su poder para inventar historias o (lo que creo más valioso) de transmitir historias “ya inventadas” (1993 : 16) ; si nos ponemos en ese camino de veinte siglos, desde este microscópico espacio de percepción, me interesa pensar esa expansión del carácter mimético en estos procedimientos de Moyano a partir de sus distintos lenguajes de captura y traducción sensible de lo real (y sobre todo de sus temas), no sólo desde la imitación o representación de acontecimientos, no sólo desde la forma de mirar como material (e instrumento) para ejecutar ese acto, sino también desde la interpretación dinámica de ese carácter. El filósofo español Eugenio Trías (1981) propuso mover y pensar la mímesis, además de como acto de imitación y representación clásico para el pensamiento estético, como proceso de humanización, de formación y cultivo, propio de la historia. Una “idea pedagógica” (Trías, 1981), es decir un nexo que une a discípulos y maestros, a aprendices y consagrados, a iniciáticos e indiscutibles. Y al mismo tiempo, pensar esa esencia mimética como una “idea temporal”, en el sentido de que asegura una continuidad en el relevo generacional, una suerte de recreación o repetición creadora, de lecciones aprendidas y reproducidas a partir del uso de la mirada, del pensamiento, y por tanto del lenguaje. En una síntesis de Moyano, como puntada en prosa de su aprehensión del mundo : la resistencia que pertenece a todos, tanto a las personas como a “esa inmensa mayoría de animales que nos acompañan en la soledad de este planeta mórbido” (Moyano, 2010 [1999] : 29). Esto es lo que parecía subyacer a la importancia que Moyano encontraba en las formas de vida animal, buscando dar nombre a esas sabidurías mudas, a esos registros de lo sensible, y deteniéndose en la falta de recursos esenciales para la supervivencia de todos. Eso que no permitía ni a las personas ni a los animales desarrollarse o decidir sobre sus propios ciclos, productivos y vitales.

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Bibliographie

[AFM, sobre 164] Retrato tomado por Moyano a un hombre que no hemos podido identificar.

Amar Sánchez, Ana María, “Prólogo a La Espera y otros cuentos”, Buenos Aires : Centro Editor de América Latina, 1982.

Archivo Virtual Daniel Moyano, CRLA-Archivos, Université de Poitiers. URL : http://www2.mshs.univ-poitiers.fr/crla/contenidos/Moyano/Indice_princ.html

Archivo de Fotografías Daniel Moyano, en Archivo Virtual Daniel Moyano, CRLA-Archivos, Université de Poitiers. URL : http://www2.mshs.univ-poitiers.fr/crla/contenidos/Moyano/Indice_princ.html

Aristóteles, Poética (trad. Eduardo Sinnott), Buenos Aires : Editorial Colihue, 2004.

Benjamin, Walter, Calle de mano única, Buenos Aires : El cuenco de plata, 2014 (1928).

Berger, John, Mirar, Barcelona : Gustavo Gili, 2011.

Casarin, Marcelo, “El itinerario existencial de Daniel Moyano”, En Tres golpes de timbal (edición crítica), Colección Archivos vol. 64, Poitiers : CRLA-Archivos, 2012.

Demarchi, Rogelio, Cuentos rescritos (edición crítica de Rogelio Demarchi), Mimeo, Córdoba, CEA-UNC, 2014.

Genette, Gérard, Ficción y dicción (trad.) de Carlos Manzano. Barcelona : Lumen, 1993.

Moyano, Daniel, Artistas de variedades, Córdoba : Assandri, 1960.

Moyano, Daniel, La lombriz, Buenos Aires : Nueve 64, 1964.

Moyano, Daniel, Una luz muy lejana, Buenos Aires : Sudamericana, 1966.

Moyano, Daniel, El fuego interrumpido, Buenos Aires : Sudamericana, 1967.

Moyano, Daniel, “Sin zorros a la vista”, Clarín, Buenos Aires, 12 de septiembre, 1972.

Moyano, Daniel, “Un sobretodo de vicuña”, Clarín, Buenos Aires, 12 de septiembre, 1972.

Moyano, Daniel, El estuche del cocodrilo, Buenos Aires : Ediciones del Sol, 1974.

Moyano, Daniel, El trino del diablo, Buenos Aires : Sudamericana, 1974.

Moyano, Daniel, “Encuesta a la literatura argentina contemporánea”, Capítulo N° 135, Buenos Aires : Centro Editor de América Latina, 1982.

Moyano, Daniel, Un silencio de corchea, La Rioja : Biblioteca Popular Mariano Moreno, 2010.

Moyano, Daniel, Tres golpes de timbal (edición crítica), Colección Archivos vol. 64, Poitiers : CRLA-Archivos. 2012.

Roa Bastos, Augusto, “El realismo profundo en los cuentos de Daniel Moyano”, en La lombriz, Buenos Aires : Nueve 64, 1964.

Sontag, Susan, Sobre la fotografía, Buenos Aires : Alfaguara, 2006 (1973).

Trías, Eugenio, “El concepto de mimesis”. Diario El País, España, 30 de diciembre, 1981. URL : http://elpais.com/diario/1981/12/30/cultura/378514802_850215.html

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Notes

1 “La pequeña unidad de vivienda familiar carece de espacio, tierra, otros animales, estaciones climatológicas, temperaturas naturales, etc. El animal de compañía ha sido o bien esterilizado o bien sexualmente aislado ; está extremadamente limitado en sus ejercicios, privado del contacto con casi todos los demás animales y alimentado con alimentos artificiales. Este es el verdadero proceso material sobre el que se sustenta la extendida creencia popular de que los animales llegan a parecerse a sus dueños. Son hijos del modo de vida de sus amos” (Berger, 2011 : 19).

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Table des illustrations

Légende [Archivo de Fotografías Daniel Moyano –en adelante AFM–, Sobre 160] Este retrato se enmarca en un material que el autor tomó para contextualizar una crónica publicada en Clarín (29 de marzo de 1973) sobre los pobladores del paraje Patquía Viejo, en los Llanos riojanos. A lo largo del corpus fotográfico los burros son tan centrales como las mulas en los relatos ; aquí, los niños del paraje posan con los pocos animales en pie, así como en otras fotos otros animales no pueden sostenerse por la falta de energía y agua, tal como denunciaba Moyano. La crónica citada, y este material, remiten a su vez a la novela Tres Golpes de Timbal y sus personajes y entornos : algunos nombres de los pobladores (Fábulo Vega) fueron trasladados a la novela ; los niños son retratados junto a sus animales de transporte y carga, como sucede con el retrato de las mulas en TGT.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-1.jpg
Fichier image/jpeg, 372k
Légende [AFM, Sobre 41] Un poblador de los Llanos, en enero de 1971, transporta con su burro una pequeña reserva de agua para las viviendas. En el marco de lo que Moyano llamó la “Mitología del agua” en La Rioja, haciendo referencia a un recurso tan escaso que a veces se les tornaba abstracto, hombres y animales parecían trabajar juntos, en cada localidad del interior, para sobrellevar la sequía.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-2.jpg
Fichier image/jpeg, 480k
Légende [AFM, Sobre 159] Una toma realmente irónica, poseedora además de la frescura con que Moyano retrataba su entorno. Un burro “estacionado” en pleno centro de la capital riojana, en el sitio reservado para “vehículos del Ministerio de Hacienda y Obras públicas”.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-3.jpg
Fichier image/jpeg, 328k
Légende [AFM, Sobre 64] Moyano anotó en el sobre que contenía esta foto la frase “perro flaco”. Según Ricardo Moyano, hijo mayor del autor, podría tratarse del famoso “Arpeggione”.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-4.jpg
Fichier image/jpeg, 380k
Légende [AFM, Sobre 64] Esta foto quizás refuerza la hipótesis de Ricardo Moyano : quien observa la flacura del perro es el director de la orquesta de cuerdas de la provincia, el maestro José Rodríguez Fauré. Este registro se produjo en alguna visita del cuarteto al interior riojano. Según la contextualización de las tomas, con otras también relacionadas con las publicaciones de Clarín, quizás se trate de la localidad de Vinchina, sitio donde Moyano ubica el relato “Arpeggione”. Una de las preguntas surgidas al respecto también remite al título : ¿por qué nominar al perro Arpeggione ? Quizás lo espigado y flaco que marca la singularidad del instrumento (una suerte de mezcla entre guitarra y violín) fue, para el autor, un elemento suficiente para establecer la comparación.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-5.jpg
Fichier image/jpeg, 340k
Légende Archivo Virtual Moyano, Prosa periodística : Clarín, 12 de septiembre de 1972. Moyano escribió una columna a partir de la definición de “plaga”, citando el caso de los zorros y de otras especies que eran así consideradas y fueran exterminadas, a diferencia de otros casos que fueron ignorados aun atentando contra el orden natural.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-6.jpg
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Légende Archivo Virtual Moyano, Prosa periodística : Clarín, 27 de septiembre de 1972. Moyano dedicó otra columna, el mismo mes, al exterminio de la vicuña en la zona, pidiendo por un aprovechamiento racional de su lana y no por su eliminación.
URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-7.jpg
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URL http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/docannexe/image/5739/img-8.jpg
Fichier image/jpeg, 393k
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Pour citer cet article

Référence électronique

Diego Vigna, « De mulas, burros y perros. Lo animal y el registro del entorno en la prosa y las fotografías del escritor argentino Daniel Moyano  »Amerika [En ligne], 11 | 2014, mis en ligne le 25 décembre 2014, consulté le 10 novembre 2024. URL : http://0-journals-openedition-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/amerika/5739 ; DOI : https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/amerika.5739

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Auteur

Diego Vigna

Universidad Nacional de Córdoba-Argentina
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